Nos reunimos el martes un grupo de amantes de la naturaleza y de los pájaros (y toda la gente que pudimos arrastrar, que fue sorprendentemente mucha) para presentar en la librería Ona de Barcelona la bonita edición ilustrada que ha hecho la editorial Carbrame del clásico (1922) Els ocells amics, del dramaturgo y poeta Josep Maria de Sagarra, en doble edición catalana y castellana (Mis amigos los pájaros). El libro se publica en un momento muy emplumado: llevo días viendo halcones cernirse en el cielo de la ciudad, el ornitólogo José Luis Copete me ha pasado el sesudo paper que han publicado en Science un grupo de colegas, él entre ellos, sobre las causas genéticas de la variación de color de las collalbas, ese asunto; además, me ha salido en el ojo un orzuelo, que en catalán se denomina mussol, mochuelo, por creerse que lo provoca la mirada penetrante de una de estas aves nocturnas; y estoy leyendo la maravillosa antología bilingüe de la poesía de Mary Olivier, tan amante de la naturaleza, que ha publicado Lumen (2025) bajo el título de Devociones y en la que figuran poemas como Cisne (“¿y ya has entendido finalmente por qué hay belleza?”), La garza blanca se alza sobre Blackwater (“sus amarillos ojos / y amplias alas llevando/ la luz del mundo”) o Gansos nivales (“¡oh amar lo que es precioso y no durará!”). Entre los versos de Olivier, traducidos por Andreu Jaume, unos concretos parecían aludir a la ausencia de alguien fundamental en el proyecto de reedición de Mis amigos los pájaros, Joan de Sagarra, el hijo del dramaturgo y detentador de sus derechos, fallecido este mayo a los 87 años y que no ha podido ver el libro editado: “Cuando la muerte llega / como el oso hambriento en otoño”.Más informaciónNos apretamos en el escenario de la acogedora sala de actos de la librería el editor José Ramón de Camps, su hijo y colaborador Hugo, el ornitólogo y hoy flamante secretario de Transición Ecológica de la Generalitat de Cataluña, Jordi Sargatal, que además firma la introducción del libro, y un servidor, el menos naturalista de todos, pero nadie negará que con muchos pájaros en la cabeza. Cada uno acudió —de forma figurada pues si no aquello hubiera sido un guirigay— con su ave favorita bajo el brazo, que en el caso de Sargatal es la cigüeña, de la que ha visto todas las especies que existen, 20, la última, el tántalo malayo, que ya es éxito, en 2011 en Camboya; los Camps padre e hijo el urogallo, al que han estudiado y defendido, y yo el humilde y discreto agateador (raspinell), que anida en mi jardín y al que Josep Maria de Sagarra dedica un bonito pasaje en su libro como “uno de los mejores amigos de los árboles”. La edición de Carbrame (ilustrada por Gonzalo Gil) incluye dos veces el dibujo del pajarillo (es el único en disfrutar de ese honor), lo que me hace especialmente feliz. El entonces consejero de Cultura Ferran Mascarell y el escritor y periodista Joan de Sagarra, durante la presentación de un homenaje a Josep Maria de Sagarra en 2012. EUROPA PRESSHugo explicó cómo descubrió el libro de Sagarra y convenció a su padre para publicarlo con la idea de que el volumen recoge, además de notables conocimientos, muchas consideraciones sobre los pájaros que podemos hacer nuestras y la constatación de que el autor se adelantó no solo a la moderna concienciación ambiental sino a la actual liternatura o Nature Writing. Si es que Sagarra hasta estuvo en la isla de Buda (donde “el flamenco, cuello estirado y pecho de rosa, /alarga el grito ronco más allá del firmamento”), con lo que hoy podríamos encontrárnoslo en el Delta Birding Festival. Vamos, que era muy oportuno recuperar Els ocells amics. Yo, como amigo de Joan de Sagarra y José Ramón Camps y prologuista a la fuerza del libro (cualquiera le decía que no a Joan), relaté algunas interioridades del proyecto, incluido un inolvidable aperitivo los tres en el Sandor (y la nieta de Joan, Agomar, que estuvo también en la presentación y que está preparando un homenaje a su abuelo), en el que Sagarra nos explicó las claves del apasionado interés de su padre por las aves. “Sin la presencia ornitológica ni mi vida ni mis versos serían lo que son”, llegó a escribir el dramaturgo, que evoca en sus Memorias “los grandes momentos de pura felicidad y pura emoción” que le proporcionaron las aves. Le vino el amor a los pájaros conviviendo con los que tenía en casa su madre, Maria dels Dolors Filomena de Castellarnau, que los compraba en una pajarería barcelonesa en la que suministraban incluso ejemplares exóticos. La residencia de los Sagarra en Santa Coloma de Gramanet, la Torre Balldovina, fue algo así como el Corfú de los Durrell y es tentador comparar Mis amigos los pájaros con Mi familia y otros animales: una suerte de “mi familia y otros pájaros”. Los Sagarra llegaron a tener hasta un tucán. Durante la presentación, yo me lancé a explicar cómo otra familia de la burguesía catalana, los Clapers, tuvo también uno de estos pájaros de extravagantes y grandes picos, y a relatar su fallecimiento en accidente de tráfico (el ave quedó olvidada en el automóvil volcado y murió de consunción y susto). He de decir que no fue el momento culminante de la velada. El ornitólogo Jordi Sargatal. Massimiliano MinocriAfortunadamente tomó el testigo Jordi Sargatal, que reivindicó a Sagarra padre como precursor de la “seducción ambiental”, un concepto en el que él mismo es un artista, como dejó claro al explicar la manera en que consiguió la complicidad de la cigüeña Guita para interesar a los escolares en las visitas a los Aiguamolls de l’Empordà, espacio natural en cuya preservación fue decisivo Sargatal (justo acaba de aparecer un libro sobre su vida y su medio siglo de protección de la naturaleza, Jordi Sargatal, l’home que seguía els ocells, de Antonio Cerrillo, Icaria, 2025). La impregnación de crías de cigüeña nos hizo traer a colación a Konrad Lorentz, granjeándonos la complicidad del sector madurito del público y más cuando yo mencioné a Niko Tinbergen, con el que compartió Nobel Lorenz en 1973 pero que a mí me es mucho más simpático: es la diferencia entre pasar la guerra como rehén del III Reich en un campo de concentración (Niko) o hacerte miembro del partido nazi y suscribir su política racial (Konrad); quizá de ahí sacó Lorenz su empatía con los gansos, por el paso de la oca. José Ramón insistió en la modernidad de la sensibilidad de Sagarra (1894-1961) hacia los pájaros cuando nosotros mismos, él, Sargatal y yo, que somos todos de 1957, aunque yo el benjamín, hemos vivido una época en que a los pajaritos silvestres se les disparaba por diversión con la escopeta de balines o el tirachinas, y eso cuando no se les capturaba con trampas para comérselos fritos. Eso nos llevó a hablar de la bárbara costumbre francesa de zamparse a otros pajarillos, los hortelanos, tras ahogarlos en Armagnac (lo que bien pensado no debe ser la peor de las muertes) y cubrirse los comensales la cabeza con una servilleta a lo Belfegor para apreciar mejor el aroma del plato. Un plato estrella de la gastronomía gala que fue el último deseo de Mitterrand antes de morir y que está prohibido desde 1999 pese a las quejas de muchos grandes chefs.Un ibis eremita.WaldrappteamEntre una cosa y otra —la nidificación de la abubilla en cadáveres, la inexplicable ausencia de la oropéndola (en el libro no en el acto)—, la presentación resultó muy amena y prácticamente tuvieron que echarnos mientras Sargatal, la única persona que conozco capaz de seguir sonriendo aunque le monten una tractorada, estaba contando la emocionante historia de la recuperación del ibis eremita. Yo apunté que es un pájaro que tira para atrás (está considerado extraoficialmente el animal más feo de España), pero Jordi disintió señalando lo bonito de la piel rosada de su cabeza calva (del ave). En esas estábamos cuando comenzó a entrar el público de la siguiente presentación de libro, que era nada menos que Barcelona: una inmersió ràpida (Tibidabo, 2025), del historiador y ex consejero de Cultura Ferran Mascarell, cuyo apellido, es sabido, es el nombre en catalán de un majestuoso pájaro —que es uno de los diez a los que está consagrado uno de mis libros favoritos de Carbrame, El reclamo de las aves marinas—: el alcatraz. Y nos marchamos en alas de los pájaros.

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