Un vuelo como cualquier otro fue la gota que colmó el vaso para Robbie Williams (Stoke-on-Trent, Reino Unido, 51 años). La estrella del pop lleva casi 40 años siendo famoso, lidiando con fans a todas horas, pero eso no implica que se haya acostumbrado a ello ni mucho menos. “Estoy sentado en un vuelo, atravesando América. Hasta ahora he tenido tres interacciones con otros pasajeros. Uno de ellos me entregó una bonita nota (amables palabras sobre mi documental) y luego me pidió una foto”, comienza narrando en su perfil de Instagram, donde acumula 3,3 millones de seguidores. El mensaje publicado este jueves 17 de abril ocupa ocho capturas de pantalla que están dirigidas precisamente a ellos, a sus seguidores. “Le respondí. Le expliqué que llevaba levantado desde las 4.30 de la mañana, que había dormido dos horas y que había llevado a cuatro niños al aeropuerto [sus cuatro hijos]. Tengo ojeras y ansiedad. Les expliqué que si venían y se hacían una foto conmigo, mi ansiedad se dispararía (porque entonces toda la cabina empezaría a preguntarse quién soy). Ese tipo de atención solo acumularía más ansiedad encima de mi ya de por sí malestar por ‘estar fuera’. No dije que no, contesté, ofrecí la carta y dije: ‘Mucha gente tiene fotos conmigo, pero nadie tiene una de estas”, cuenta.En cantante de Angels o Let Me Entertein You sigue detallando esa experiencia en concreto. “Entonces bajó un amable azafato y me dijo que había un hombre en la parte trasera del avión que era un gran fan de Rock DJ y se preguntaba si podía venir a hacerse una foto. Escribí una nota similar en el reverso de mi billete de avión y dije que, cuando aterrizáramos, estaría intentando pastorear a cuatro niños. De nuevo, no dije que no. Solo esperaba que la nota fuera suficiente”, añade. No había dejado de escribir esa nota cuando explica cómo otra persona se acercó para pedirle también una foto y, rendido, accedió: “Si hago feliz a alguien, haré todo lo posible por facilitar esa felicidad”.Más informaciónWilliams reconoce que ese es ahora su leitmotiv, o al menos lo intenta, pero que no siempre ha sido así, e intenta explicar a sus fans lo que pasa por su cabeza en esos momentos de encuentro. “Hay una especie de ley tácita: como celebridad, debes estar accesible 24 horas al día, siete días a la semana. Saluda a todos los extraños como si fueras el alcalde de la mejor ciudad que nadie haya visitado jamás. Asegúrate de que se cumplan sus deseos, sean cuales sean. De lo contrario, eres un cabrón. No hay término medio. He visto el argumento: ‘Esta gente te puso donde estás, así que es tu deber’. Pero ese pensamiento está fuera de lugar”, asegura.El artista británico, que ya contado en el pasado cómo su vida ha estado marcada no solo por la fama y el éxito, sino también por la depresión, la ansiedad o el trastorno de estrés postraumático, pasa entonces a hablar sobre lo que considera falsos seguidores. “Creo que más del 50% (probablemente mucho más) no podría nombrar uno de mis discos, y mucho menos decir que ha comprado una entrada para un concierto. No son más fans míos que de la Torre de Pisa o el Big Ben. Son fans de la fama. Pero no necesariamente de mí”, critica. “Ahora bien, si nos cruzamos en la naturaleza y eres fan mío, quiero que me lo digas. Eso significa mucho. Haré tiempo. Tengo gratitud por eso. Me calienta el corazón cuando siento que he calentado el tuyo. Pero aquí hay una pregunta abierta: ¿Crees que debería haber un límite a cuántas personas pueden acceder a ti en un día? ¿Hay algún número que sea demasiado? ¿O es infinito, tantas como haya, esas son las que debes atender?”, reflexiona en su escrito.El extenso comunicado no es una queja, según Williams, que lo define como “el contexto”, algo que es consciente que sufren muchos más artistas igual que él. “Estaba en otro vuelo recientemente, charlando con la tripulación. Un almuerzo encantador. Me pidieron fotos, les complací. Luego vinieron más. Luego algunos se quedaron a charlar en mi asiento. Uno de ellos no sabía qué decir y yo tampoco, pero dijo algunas palabras de todos modos. Luego vino la sorpresa: ‘Eres mucho más simpático que (x). No quiso hacerse una foto con nosotros”, narra, sin desvelar el nombre de la otra celebridad. “Eso me erizó la piel. Conozco a ese otro famoso y es un chico encantador. Quizá pensó que si pagaba 8.000 dólares por un billete de avión, el precio podría incluir algo de intimidad. ¿Quién sabe lo que estaba pasando en su mundo ese día?”, le defiende.Robbie Williams en un concierto en Málaga el 10 de abril de 2025.
Leo Baron / TUI Cruceros (EFE)En su mundo siempre ha habido muchos demonios relacionados con las adicciones pasadas, como ya mostró al público en su documental de Netflix, estrenado en 2023. “Cada interacción con extraños o incluso con gente que conozco bien me llena de incomodidad. Lo disimulo bien. Pero la interacción social aún me asusta”, confiesa en la nueva publicación de Instagram. “Tanto, que no salí durante años. Tuve que volver a aprender a interactuar. Y tuve que hacerlo sin drogas ni bebida. Antes me resultaba imposible. Ahora estoy… bien. Pero sigo arrastrándome por dentro. Cada vez que se acerca un desconocido me entra el pánico”, admite.El cantante afirma que ha tratado con “gente encantadora”, pero también con sociópatas, narcicistas o gente pasivo-agresiva. “¿Cómo se supone que voy a distinguirlos, sobre todo cuando estoy con mis cuatro hijos? Seguramente, mi primer deber es protegerlos”, comenta. Williams tiene cuatro hijos: Theodora Rose Williams ‘Teddy’, de 11 años, Charlton ‘Charlie’, de 9, Colette ‘Coco’, de 6, y Beau, de 4, fruto de su matrimonio con Ayda Field, con quien está casado desde 2010. De hecho, también menciona a su mujer en el mensaje. “El otro día estaba hablando por teléfono con mi mujer, que no paraba de llorar por su madre. ¿Puedo entonces negarme a que me hagan una foto? ¿Qué pasa si estoy pasando por un mal momento de salud mental? ¿Está bien si no quiero que un extraño lo capte? ¿Está bien si no quiero fingir una sonrisa y volver a jugar al alcalde? Dos pulgares apuntando a mi pecho con una sonrisa radiante: ‘¡Todo va bien!’. Quizá estoy en medio de una discusión con mi mujer. Tal vez esté al teléfono con mi madre, hablando de su demencia. Tal vez estoy pensando en el Parkinson de papá. Tal vez solo estoy… triste. ¿Está bien quedarse en esa tristeza sin tener que actuar? No digo que no preguntes. Puedes hacerlo. Y no digo que todos los famosos sean santos. Tenemos la misma proporción de buenos y malos que donde sea que trabajes. Lo que digo es: deja que la gente sea gente. Permítele a la gente la dignidad de la intimidad, sus deseos, sus necesidades”, solicita.A pesar del tono principalmente negativo del escrito, Williams aprovecha las últimas frases para mostrarse agradecido. “Gracias por dejarme compartir esto. Dejarlo salir, en lugar de tenerlo todo atascado en mi cabeza, es curativo. No es un lamento. Es solo algo que necesitaba sacar de mi pecho. Te he dejado entrar en partes de mi vida que quizás no debería… Pero espero, como con todo lo que he compartido últimamente, que sea recibido con la misma compasión. A menos que seas uno de los extraños”, dice al final, junto a un emoticono de una carita riéndose, quitándole hierro al asunto. “¿VES? Siempre son los extraños”, finaliza, con un corazón.

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