
La actriz y cantante Barbra Streisand se sentía, literalmente, “devastada”. Después de 14 años de compañía, cariño incondicional y “amor eterno”, su perra Samantha había fallecido y ella quería conservar “algo de ella”. Así que, según explicaba a The New York Times en 2018, envió su ADN a los laboratorios de Viagen, una empresa texana, líder en el mercado de la clonación de mascotas. Y obtuvo dos cachorras, Miss Violet y Miss Scarlett. Algo similar hizo el presidente argentino, Javier Milei, clonando a su perro Conan también con Viagen; nacieron cinco cachorros, aunque no se sabe cuántos de esos perros viven a día de hoy. El último famoso en sumarse a la tendencia ha sido el ex jugador de fútbol americano Tom Brady, que acaba de clonar a su perra Lua. “La ciencia de mantenerlos vivos”, proclama Viagen en su página web, para convencer a los humanos que adoran a sus mascotas de que paguen los cerca de 50.000 euros que cuesta clonarlas. Pero la realidad es que el proceso de clonación no puede duplicar personalidades. Es la paradoja de una industria que crece un 15% anual afirmando algo que no puede cumplir: “Mantener vivo” a un animal muerto.El mercado global de clonación de mascotas, sobre todo gatos y perros, alcanzó los 300 millones de dólares en 2024 (257 millones de euros al cambio actual), según la compañía de análisis Wise Guy, y se proyecta que llegue a 1.500 millones en 2035. En España, la empresa Ovoclone ofrece la clonación de mascotas desde Marbella “a clientes de todo el mundo”, explica Enrique Criado, CEO de la compañía. La empresa líder mundial es Viagen, que acaba de ser adquirida por Colossal, la controvertida empresa detrás de la “desextinción” de los lobos gigantes y que también intenta resucitar al mamut. Ninguna de las tres compañías ofrece cifras de negocio, ni de cuántos animales han clonado ni su número de clientes.EL PAÍS ha conversado por videoconferencia con Blake Russell, presidente de Viagen, y Matt James, director de la Fundación Colossal. Ambos intentan dejar claras algunas ideas. Y la primera es que esto no es algo nuevo ni sorprendente: “Llevamos en este negocio casi dos décadas”, dice Russell, y su empresa ha clonado a “miles” de animales. “Y aun así, la mayoría de la gente no sabe que este servicio esté disponible y es increíble”, añade.La tecnología que utiliza Viagen es, a grandes rasgos, la que se usó para clonar a la oveja Dolly; de hecho, la compañía tiene licencias de las patentes del Instituto Roslin, el centro escocés que creó a la famosa oveja. Sin embargo, casi 30 años después, la tecnología ha avanzado considerablemente. La técnica es relativamente simple: los laboratorios clonadores extraen una biopsia de piel del animal —vivo o recién fallecido—, se cultivan las células y se congelan. Cuando el cliente decide activar la clonación, el núcleo de una de esas células se transfiere a un óvulo de una perra donante al que se le ha extraído su propio material genético. El embrión se implanta en una madre sustituta. Y unos meses después, si todo sale bien, nace un cachorro con el 99,9% del ADN idéntico al original. El 0,1% restante es ADN mitocondrial de la donante.En su conversación con este diario, y a pesar de lo que afirma su web, Blake Russell es claro: sus clientes saben que el animal clonado no es su animal. “Nuestros clientes visitan a nuestro equipo de atención al cliente, y nos aseguramos de que entiendan que, en primer lugar, van a tener un cachorro, no van a conseguir que clonen a un adulto como el que han dejado atrás. Y, después, les explican cómo cada cachorro individual es su propio individuo, a pesar de que es un gemelo idéntico [del original]. Nuestros clientes entienden muy claramente lo que estamos haciendo”. Viagen ofrece un servicio de preservación genética, por unos 3.000 dólares, que es siempre la primera parte del proceso de clonación, “y eso brinda al cliente todo el tiempo del mundo para sentarse, pensar, digerir y hacer más preguntas. Nadie se apresura a tomar una decisión sobre la clonación. Para nosotros es muy importante que estemos produciendo animales que lleguen a un hogar fantástico, y para siempre”, explica. Criado, de Ovoclone, está de acuerdo y desmonta el estereotipo del cliente millonario y egoísta: “Tenemos tres tipos de clientes. Uno es el que todo el mundo se imagina: ricos, famosos y millonarios. Pero le sorprendería la cantidad de clientes que no son ricos. Hay quien no tiene el dinero para clonar a su mascota, pero guarda la línea genética del animal por 1.500 o 2.000 euros, y ya la tiene conservada. Y hay quien se busca la vida: piden un préstamo, una hipoteca, o lo financian”. Según Criado, el 15% o 20% de las mascotas en Europa “están humanizadas, son parte de nuestra familia”. Y añade: “Muchos de los dueños a los que se les muere su mascota entran en depresión, toman medicación. Cuando les entregamos el clon, se les quita la medicina, el psiquiatra y el psicólogo. Saben que es otro animal, pero su comportamiento es muy parecido”.Fabiola Leyton, especialista en bioética y ética animal, es contundente: “Cualquier tipo de negocio que se base en la explotación de seres sintientes es moralmente inaceptable”. Estos animales, explica, son “instrumentos”: “¿Qué pasa con las madres sustitutas, con los embriones que no prosperan? Ningún protocolo de laboratorio puede garantizar su bienestar al 100%, porque lo que importa de ese animal es solo que sirve como instrumento para un fin”, dice Leyton, que es profesora lectora de Ética del departamento de Enfermería Fundamental y Clínica de la Universidad de Barcelona, y miembro del Observatorio de Bioética y Derecho de la misma universidad.La expresión “seres sintientes” no es casual. Gran parte de las leyes de bienestar animal, incluida la española, se basan, primero, en la Declaración de Cambridge (2012) y, después, en la Declaración de Nueva York sobre la Consciencia Animal, aprobada el pasado año. En ellas, científicos y filósofos reconocen la creciente evidencia científica de que muchos animales, incluidos los vertebrados y muchos invertebrados, son conscientes y capaces de experimentar subjetivamente el mundo. Aunque la clonación de mascotas no está expresamente prohibida por legislaciones como la estadounidense o la española, muchos expertos creen que esta declaración debería bastar para detenerla.Barbra Streisand, con su perra ‘Samantha’.Harry Benson (Getty Images)“Lo primero que hacemos es cuidar mucho a nuestros animales”, asegura Russell. “Invito a gente a mi rancho todo el tiempo para que vean cómo los cuidamos, y llevan una vida bastante buena. Y como se puede imaginar”, añade, “los trabajadores [de Viagen] son amantes de los animales, y esa es una parte importante de lo que hacemos”. Russell asegura que están intentando crear “un proceso lo más eficiente posible”, de modo que la cantidad de madres sustitutas “no supere la absolutamente necesaria. Cada madre sustituta es tratada con respeto y honor y cuidada con esmero”, explica. “Y luego, por supuesto, todos nuestros cachorros, potros y gatitos van a hogares definitivos. Nuestros empleados se van a dormir por la noche sintiéndose muy bien con el trabajo que estamos realizando”.Criado acaba de volver de Argentina, donde asistió a un partido de polo en el que cuatro de los ocho caballos “eran clonados, y no había diferencia; eran incluso mejores”. Su compañía, Ovoclone, se va a expandir a Dubái y Doha para ofrecer el servicio de clonación de camellos y halcones. Respecto a las madres gestantes, coincide con Russell en que son “animales que viven muy bien cuidados, con veterinarios especializados”. Pero avanza una posible solución tecnológica: “Puede que en los próximos cinco años las empresas de clonación tengamos úteros artificiales; así se podría evitar tener madres gestantes”.La evidencia científica sobre la clonación de mascotas es escasa, pero contundente. Según un estudio de 2022 publicado en la revista Scientific Reports sobre 1.000 cachorros clonados con éxito a lo largo de una década, la “eficiencia de la clonación en perros” –los intentos que dan lugar a un cachorro vivo–, ronda solo el 2%. Sin embargo, una vez nacidos sanos, las muertes prematuras, tasas de enfermedad y longevidad de los clones es similar a la de cualquier perro. Uno de los autores del estudio es, por cierto, el científico coreano Hwang Woo-suk, que clonó al primer perro, Snuppy, hace ahora 20 años y después cayó en desgracia, acusado de fraude científico masivo. Ahora se dedica a clonar camellos en Abu Dabi.En otro estudio publicado en 2018, se muestra que el 4% de los óvulos transferidos se desarrollan en cachorros viables y que el 50% de los clones que sobreviven a la gestación mueren al nacer o en los primeros meses. Los que viven, eso sí, lo hacen como la media de los animales de compañía. El estudio cuestiona la ética de clonar mascotas, argumentando que si entendemos la relación humano-perro como una amistad, clonar un perro carece de sentido ético. “Los refugios están repletos de animales [unos 300.000 perros y gatos al año en España] que necesitan atención, cariño, un hogar”, señala Leyton. “¿Por qué ese empecinamiento tan narcisista?”. La experta cree, además, que este negocio plantea dudas éticas que no solo tienen que ver con los animales, sino con la naturaleza humana: “Es muy difícil superar la muerte de un animal. Pero naturalizar que a todo se le puede poner un precio, incluso a una vida, nos plantea qué tipo de relaciones estamos estableciendo con los animales, y con los procesos naturales, como son la vida y la muerte”.Criado responde a esta crítica: “Esto es un mundo libre. Hay gente que coge un perro de una protectora, otros compran un perro de raza, y hay quien clona a su perro. Son cosas completamente distintas. La ética en la clonación animal está, en realidad, relacionada con el precio. Si yo le digo que mañana puede tener una copia de su perro gratis, ¿lo haría o se iría a una protectora? Hemos salido a la calle a preguntarlo y el 90% de la gente dice que sí, que clonaría a su perro”.Russell insiste en la misma idea: “La mayoría de los clientes son personas que acaban de tener una relación muy querida con ese animal en particular. Los comentarios que recibimos de los clientes sobre las similitudes entre su cachorro clonado y su perro original son asombrosos”. Gran parte del negocio de Viagen, explica Russell, se dirige a lo que llama “producción de perros de rendimiento”. Por ejemplo, perros que han demostrado habilidades únicas para detectar olores, para el trabajo militar y policial. Lo mismo ocurre con los caballos de polo o de rodeo, “que han tenido un alto rendimiento como atletas, pero también otros que fueron excelentes productores de crías de alto rendimiento”, cuenta. Y concluye: “Nuestros clientes abarcan a toda la demografía, desde los ricos hasta las personas comunes y corrientes que sienten una profunda devoción y afecto por su mascota”.El 60% de los estadounidenses considera la clonación animal moralmente incorrecta, según una encuesta de Gallup en 2018. Russell confía en que la percepción cambiará: “Esas cifras vienen de gente que ha leído algún artículo y no tienen ni idea de cómo trabajamos. Un porcentaje muy alto de nuestro negocio proviene de personas que ya han hecho esto antes y tuvieron una experiencia estupenda, o de clientes que se lo contaron a sus amigos, vecinos y familiares. Los mejores embajadores de nuestro negocio son los propios animales clonados”. Matt James, directivo de Colossal, imagina un futuro en el que la clonación se entienda como una herramienta más: “Creo que en 10 años recordaremos los éxitos no solo en cómo hemos ayudado a familias a recuperarse de la pérdida de una mascota, sino también en las especies que aún existirán gracias a estas tecnologías”, y las que serán desextinguidas, como el dodo, el tilacino y el mamut. Criado concluye: “Es una cuestión de libertades; igual a usted le parece indecente que me compre un Mercedes, pero yo me lo compro porque puedo”.Fabiola Leyton replica. “Tenemos que asumir que la muerte es parte de la vida, también de otros seres vivos que viven con nosotros. Y si extrañas al animal que ha muerto, ve a un refugio y adopta. Tenemos que respetar la dignidad de los individuos, no solo los humanos”. Leyton critica a las empresas que juegan “a ser dios”, tratando también de desextinguir animales, como hace Colossal. Los expertos en bioética y empresas clonadoras, en cualquier caso, coinciden en que la biología introduce siempre pequeñas variaciones inevitables que hacen imposible reproducir una vida. La ciencia puede copiar un genoma, pero no puede copiar una historia. O como dijo Barbra Streisand cuando conoció, algo decepcionada, a Miss Violet y Miss Scarlett: “Puedes clonar el aspecto de un perro, pero no puedes clonar su alma”.
Quiero a mi perro de vuelta: el auge de la clonación de mascotas, un negocio entre “el amor eterno” y la “explotación inaceptable” | Ciencia
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