Rosa Magallón se convirtió en abril en la quinta catedrática de Medicina de Familia de España, la primera mujer. Nacida en Zaragoza hace 65 años, se declara “muy contenta” y se felicita por empoderar a sus “colegas femeninas”. Unas semanas después de asumir su nuevo cargo, charla con EL PAÍS por videoconferencia.Pregunta. Enhorabuena.Respuesta: Gracias. Cuesta mucho todo y en algunas especialidades, y siendo mujer, más. P. ¿Por qué?R. Las facultades están siempre unidas a un hospital, y eso dificulta el acceso de la Medicina de Familia a la Universidad. Y hay quien piensa que la vida inteligente solo está en los hospitales. P. ¿Cómo se explica que hasta 2025 no haya habido una mujer catedrática en una profesión tan feminizada?R. Seguimos estando menos empoderadas que los hombres a la hora de asumir aspectos inherentes a nuestra profesión. Las competencias de un médico de familia son la asistencia, la investigación, la docencia y las actividades comunitarias, pero se lo come todo la asistencia. Esto pasa también en los hospitales, aunque allí tienen una visión más amplia de que en sus competencias también entra la investigación y la docencia. Y luego está el tema de la conciliación. Yo en mi carrera tengo un periodo de 10 años en el cual no hice nada más que consulta y dedicarme a la crianza. Eso en hombres de mi edad es distinto, probablemente en esa década hubieran tenido más tiempo para compaginar estas actividades. P. ¿Cuál es el papel de la Medicina de Familia en la universidad?R. Nosotros tenemos una asignatura optativa en la Universidad de Zaragoza desde el año 2006, y obligatoria desde el año 2010. Pero es insuficiente. Nos llamamos Obstetricia, Ginecología y Medicina de Familia porque no conseguimos tener una asignatura de seis créditos. Tenemos asignados tres y tenemos que compaginar asignaturas con otras. En otros sitios la comparten con Salud Pública. Nuestra visibilidad es muy limitada, muchísimo más de la que nos corresponde, porque el 40% de los que van a salir de la carrera serán médicos de familia. Y los estudiantes llegan a quinto sin ninguna formación clínica más allá del hospital, con una visión muy hospitalocentrista. Cuando la descubren, dicen que la medicina de familia es muy difícil porque tienen que coordinar todo.P. Están acostumbrados a segmentar la salud en compartimentos, como si fueran estancos, y no lo son.R. Sí, te pongo un ejemplo: en los casos clínicos, con ocho o diez alumnos, les presento un caso hipotético de un paciente con tos. Y me dicen: ¿pero de qué asignatura es? Y yo les digo: el paciente no te viene a consulta diciendo que tiene tos de cardiología. Es un ejemplo de que estamos dando una formación microespecializada y no generalista. Magallón defiende la Atención Primaria como eje del sistema sanitario, no como su puerta. Rocío BadiolaP. ¿Cómo repercute esto después en la asistencia, en el sistema?P. La universidad debería formar buenos médicos generalistas, no ser una academia para aprobar el MIR, que es en lo que se ha convertido a menudo. Al terminar la carrera tienen que saber manejar una lumbalgia, diagnosticar una cefalea. No tienen por qué saber cuál es la última prótesis de titanio para la rodilla, pero sí saber explorarla. La especialización vía MIR en España es muy potente e igualitaria, pero la de grado ha sido muy penosa. En el mundo hay 200 departamentos de Medicina Familiar y en España, cero. P. ¿Qué va a hacer desde su cátedra para enmendarlo?R. Ahora mi papel es poner en valor la Medicina de Familia, decir que el hospital y la fascinación tecnológica están muy bien, pero tenemos que hacer ver la importancia de la Medicina de Familia, los factores biopsicosociales de las enfermedades; una visión holística que a muchos estudiantes, cuando la conocen, les hace recordar por qué quisieron ser médicos.P. Pero muchos centros de salud están saturados, algunos colegas se quejan de una carga asistencial asfixiante, de demasiada burocracia, no parece un panorama que incentive la vocación.R. Bueno, yo he trabajado prácticamente toda mi vida en el medio urbano, en un barrio con un nivel socioeconómico medio-bajo, con buena presión asistencial. Y he tenido una vida profesional muy satisfactoria. A mí los pacientes me han enseñado latín. Siempre digo que somos unos voyeurs de la vida. Uno de los factores más importantes de la medicina familiar es tener siempre los mismos pacientes. Hay artículos brutales que han puesto en evidencia que la longitudinalidad [el mantener el mismo médico a lo largo de la vida] disminuye la morbimortalidad. Hay ensayos clínicos con muchísimo dinero que muestran que un fármaco oncológico aumenta unos meses la esperanza de vida, que están muy bien, y no se tiene en cuenta la longitudinalidad. P. ¿Por qué cree que no se actúa en consecuencia y las administraciones no cuidan más la Atención Primaria?R. Hay que recuperar el valor esencial. La Primaria no es la puerta al sistema. Nosotros no somos porteros de nadie. En todo caso, como diría Verónica Casas, somos la entrada, la salida, el centro y los laterales. Pero no vende, no salimos tanto en los medios como el ensayo oncológico. Pero luego a los pacientes les preguntan y lo que quieren es tener siempre al mismo médico y la misma enfermera. Ellos son conscientes de la importancia.P. ¿Por qué están sus colegas tan quemados?R. Hemos vivido en la cultura de la queja, tenemos que empezar a abandonarla. Luego vas a los estudiantes, les preguntas y, aunque salen más tarde que los compañeros, no se cambiarían. Es verdad que tenemos motivos para quejarnos, pero no porque no estemos satisfechos con la especialidad.P. Quizás es difícil el equilibrio entre reivindicar mejores condiciones en la Atención Primaria y no espantar vocaciones de médicos jóvenes.R. También te digo que si tienes que ver a un paciente 20 minutos, lo ves. No somos una cadena de montaje de coches. Si llega una paciente que te dice que la acaban de violar, cierras la consulta y no pasa nada. Los cinco minutos por paciente es una media. Otro problema es que nuestros compañeros del hospital no saben lo que hacemos en los centros de salud, porque ellos no vienen si les pasa algo. Yo roté en un hospital, pero ellos no rotan por los centros de salud, aunque en muchos programas docentes ya está incluida la rotación obligatoria. Y deberían venir, porque tienen una ignorancia que no es malintencionada, pero que existe. Como en todas las especialidades, hay buenos y malos profesionales. Yo tengo pacientes que vienen del cardiólogo diciendo que le suba la pastilla que le receté. Le pregunto si le han auscultado y me dicen que no. El 80% de los cardiólogos no se levantan a explorar. No vale solo el papel y las pruebas complementarias, para eso ya tenemos la inteligencia artificial. Hay que tocar al paciente: si vas al digestivo te tiene que tocar la tripa, si vas al urólogo te tiene que meter el dedo en el culo, ¿si no, cómo sabe qué tienes?P. Su tesis doctoral fue sobre epidemiología de la salud mental, que ahora está muy de actualidad.R. Sí, me lo pasé pipa. Fue un diseño por el cual validamos un cuestionario de detección de ansiedad y depresión en Atención Primaria. Era muy joven y me iba en autobús por los pueblos, con 4.000 pesetas de financiación.P. ¿Cómo ve la proliferación de problemas de salud mental ahora?R. En esta sociedad estamos generando jóvenes estupendos, majísimos, pero en los cuales la salud es un bien de consumo y tienen una capacidad de frustración muy escasa. Estamos generando enfermedades que no lo son, son solo variantes de la normalidad. Se confunden emociones con problemas, no se saben gestionar y se visibilizan con problemas de salud mental. Queremos que alguien nos solucione la vida. Esto tiene que ver con la educación, con la educación sanitaria, en el autocuidado, el autoconocimiento. En quinto de Medicina les paso un test de screening y el 75% de mis alumnos puntúan positivo para ansiedad, depresión o ambos. Los jueves les digo que se vayan a emborrachar, a tomar pinchos, a disfrutar de la vida.

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