En la primavera de 2022, varias osas con sus crías bajaron del monte buscando manzanas en huertos del Alto Sil, en la comarca leonesa de Laciana, llegando a entrar en algunas casas. El verano de ese mismo año se publicaba el descubrimiento de una población de osos polares que han aprendido a vivir sin hielo. Y hace unos días, una investigación científica mostró que su caza durante siglos ha hecho que los osos pardos de los Apeninos (Italia) sean más dóciles y pequeños. Japón ha desplegado al ejército para combatir el incremento de ataques tras la muerte de 13 personas. Distintas presiones humanas están modificando la conducta, forma y hasta genética de estos animales por todo el mundo. “Un macho de los Apeninos puede pesar entre 140 y 210 kg. Uno europeo puede llegar a pesar hasta 350 kg”, dice Andrea Benazzo, profesor de genética en la Universidad de Ferrara (Italia). En esta cordillera, que atraviesa la península itálica de norte a sur, vive una cincuentena de osos pardos (Ursus arctos). Además de su menor tamaño corporal, “su cráneo es bastante diferente morfológicamente”, añade Bennazo, coautor de una investigación publicada recientemente en la revista científica Molecular Biology and Evolution. El trabajo ha comparado el comportamiento, morfología y genoma de 13 úrsidos italianos con el de una decena de Europa central, Eslovaquia, concretamente. Y los genes cuentan que la suya es una historia especial.Los osos de los Apeninos quedaron aislados del resto de los europeos hace menos de tres mil años, calculan los investigadores. Y lo hicieron en un sitio complicado. La región central de la actual Italia asistió a un enorme aumento de la presencia humana, con el desarrollo de la agricultura y una gran civilización urbana. “Nuestra hipótesis es que los [antiguos] romanos contribuyeron al aislamiento”, apunta el profesor. Esto ha provocado una menor diversidad genética y mayores niveles de endogamia. En los Apeninos vive una población de osos que son marcadamente más pequeños que otros pardos y mucho más dóciles. En la imagen, un oso pardo de los Apeninos.Bruno D’Amicis (Bruno D’Amicis/ Molecular Biology and Evolution)Pero eso no explica el menor tamaño o la mayor docilidad. Lo explica la caza. Durante siglos no dejaron de cazarlos y ha quedado registrado en sus genes. Como se ha comprobado ya con los elefantes, que cada vez nacen más sin colmillos, o con los salmones, que van empequeñeciendo en cada nueva generación, la persecución de los osos más grandes y agresivos ha favorecido a los más pequeños y dóciles. “Determinados genes están asociados con un comportamiento menos agresivo en otras especies”, recuerda Benazzo. “El comportamiento [de estos osos] está determinado genéticamente, al menos parcialmente”, termina.“Este trabajo es la primera demostración empírica, genética, que yo conozca, de que ha habido una selección no intencionada del ser humano a favor de los individuos más tímidos”, destaca el biólogo de la Universidad de A Coruña Alejandro Martínez Abrain. En 2018, un trabajo de Martínez Abrain ya exploraba la compleja relación entre humanos y otros depredadores que casi siempre ha tenido el mismo resultado: la eliminación de los animales más atrevidos, favoreciendo la timidez. “Lo que hemos hecho a través de la historia es eliminar a los atrevidos y generar poblaciones tímidas de osos, lobos y otros animales miedosos del ser humano”, recuerda Martínez Abrain. Junto a ese miedo, van aparejados otros rasgos, como la capacidad exploratoria y la agresividad. “De manera que los individuos más atrevidos son también los más exploratorios y los más agresivos”. Los osos de los Apeninos ya han incorporado la caza del pasado en sus genes. Y los de la cordillera Cantábrica, todo indica que también, aunque falta el estudio genético que lo confirme, algo en lo que ya están algunos investigadores. “La historia evolutiva de ambas poblaciones es muy parecida. Las dos quedaron bastante aisladas. La cantábrica no tiene flujos genéticos ni con la de los Pirineos”, recuerda Vincenzo Penteriani, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales y el CSIC. “En la cornisa Cantábrica hay muchos más osos que en Italia [la cifra estaría por encima de los 370]. Aquí también se les ha cazado. Y nunca se han registrado ataques a personas”, añade Penteriani, copresidente del Equipo Europeo de Expertos en Osos Pardos (EBBET).En realidad sí ha habido algunos encontronazos entre humanos y osos, por fortuna ninguno grave. En concreto, se han producido ocho en lo que va de siglo, según datos de la Fundación Oso Pardo. “Los osos de la cordillera cantábrica no son agresivos, pero son animales salvajes”, recuerda Guillermo Palomero, presidente de la fundación. El problema es que ahora la población de úrsidos se está recuperando en un contexto de abandono del campo por parte de la población rural. La falta de ganadería y agricultura reduce las barreras a su movilidad. Y, además, está el auge del turismo. Todo ello está aumentando la disponibilidad de comida.“El objetivo es cero osos habituados a la comida fácil”, destaca Palomero. Para ello, además de petardos y revestimientos metálicos de los contenedores de basura, en el marco de un proyecto LIFE para la coexistencia de osos y humanos, se han plantado 150.000 frutales y 25.000 castaños monte arriba para que los osos no tengan la tentación de bajar a los pueblos. Los osos de la península ibérica no hibernan, ni en la cordillera Cantábrica ni en los Pirineos hace el suficiente frío. Pero sí se retiran a las oseras, en especial las hembras que van a parir. En 2020 se publicó un trabajo sobre la entrada y salida de los refugios. Con datos desde 1995, vieron que las hembras ibéricas abandonan sus madrigueras con sus crías a finales de abril. Pero también comprobaron que la salida de las oseras se está adelantando. Aunque harán falta más años de observación para confirmar la tendencia, sería un cambio fundamental que podría afectar a la supervivencia de los oseznos. Si salen demasiado pronto, puede que no haya mucha comida. Además, los pequeños salen menos desarrollados y eso los expone a una triple amenaza: patógenos, depredadores y, sobre todo, machos a los que les estorban en sus anhelos de reproducirse. “Históricamente, la presión humana que más impacto ha tenido en la selección de muchas conductas del oso ha sido la persecución”, cree María del Mar Delgado, del Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad, un centro conjunto del CSIC, la Universidad de Oviedo y el Principado de Asturias. Delgado, coautora del trabajo de las oseras, añade enseguida que, “actualmente, la presión más fuerte quizá es el cambio climático, sobre todo porque tiene consecuencias directas e indirectas, muchas difíciles de detectar antes de que sea demasiado tarde”.Osos polares sin hieloSi hay una fotografía asociada al calentamiento del planeta y el cambio climático en curso es la de un oso polar sobre un menguante casquete de hielo. La imagen es engañosa. Como recuerda David Bravo Nogués, del Centro de Macroecología, Evolución y Clima de Universidad de Copenhague (Dinamarca), “los osos polares pueden comer huevos, intentar cazar renos, pero realmente son un animal marino, el ápice del ecosistema marino ártico”. El problema es que necesitan que ese mar esté helado al menos parcialmente para abalanzarse sobre las focas, su principal presa.“Están adaptando su comportamiento, su dieta. Se ha visto a un oso polar zamparse 300 huevos de una colonia de aves en un fiordo, ataques a renos no vistos en el pasado, recorrer distancias cada vez mayores nadando y, en Canadá, ir tierra adentro, cada vez más al sur. Se han producido encuentros [incluido apareamientos con descendencia] con osos grizzlies que se están desplazando cada vez más al norte”, resume Bravo Nogués. Hay trabajos que muestran que los polares están viviendo por encima de sus posibilidades. Sin embargo, el investigador español no es del todo pesimista: “Cada vez que he trabajado sobre este tema han surgido alternativas, siempre hay un margen para la adaptación o de escape, por ejemplo el caso de esa población de osos polares del sur Groenlandia, que les permita, por ejemplo, cazar renos”.De las 20 grandes poblaciones de osos polares existentes, solo una vive casi todo el año sin hielo. Para las demás, es vital para poder cazar su principal presa, las focas. En la imagen, un grupo observado en las Svalbard, en 2022.Anadolu (Anadolu Agency via Getty Images)Bravo Nogués se refiere al descubrimiento de una población de osos polares en 2022. Son unos pocos centenares que viven por debajo del paralelo 62º Norte, ya fuera del círculo polar ártico. Pasan buena parte del año sin nieve ni hielo. Sin embargo, llevan siglos allí. Ahora, un reciente trabajo analizando fragmentos de su ADN (transposones) sugiere que esto les habría facilitado adaptarse a un mundo sin hielo. “Los osos del sureste de Groenlandia poseen más de 1.500 transposones adicionales que se expresan activamente en sus genomas”, cuenta Alice Godden, investigadora de la Universidad de East Anglia (Reino Unido) y primera autora del trabajo. “Los osos del sur también están modificando sus perfiles de expresión genética regular; observamos cambios en los genes implicados en el procesamiento de la grasa, lo que es relevante porque consumen menos focas grasas en su dieta que los osos del norte”, añade Godden, que concluye: “Los osos del sur incluso consumen más plantas”.Como le sucediera a Penteriani y Delgado en 2022, viendo como los osos pardos bajaban a los pueblos a robar manzanas de los huertos de los vecinos, los polares también se están acercando a los asentamientos humanos. Bravo Nogués lleva años yendo cada temporada a Svalbard, en el océano Ártico, a realizar estancias docentes en la universidad de Longyearbyen, la principal localidad de archipiélago, con poco más de 2.000 habitantes. “Hace diez años vi a dos osos polares intentando entrar en una casa buscando qué rapiñar”, recuerda.

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