Leo en un reciente reportaje en EL PAÍS que el ejercicio físico previene y frena la depresión en la menopausia, cosa que no me sorprende en absoluto porque desde muy joven soy una ferviente partidaria del deporte, bueno, en realidad soy casi una adicta, ya que la perpetua aceleración que me caracteriza siempre ha necesitado un poco de tralla para apaciguarse. Estoy convencida de que el sedentarismo antinatural en el que vivimos es la madre de todos los alifafes y de que hacer ejercicio es lo mejor que una puede hacer para mantenerse sana e incluso medio cuerda, o sea que comprendo muy bien que mejore no solo la depresión menopáusica, sino todas las tristuras en general.Pero de lo que quería hablar no era de las bondades de menear el cuerpo, sino de la maldita condena social de la menopausia, de la que parece que no nos libramos. En los últimos meses tres conocidas mías que se están acercando al climaterio me han comentado por separado cosas muy parecidas: “He leído sobre los tremendos efectos de la menopausia, la falta de concentración, las angustias, las tristezas… Menos mal que empiezan a hacernos caso”. “Menos mal que ahora ya se sabe lo fatal que lo pasas, antes nadie decía nada”. “Estoy teniendo muchísimos problemas con la premenopausia, menos mal que ya comienza a hablarse de ello”. Desde luego se habla de ello, en eso sí que tienen razón, pero ¿acaso se habla bien? ¿De verdad podemos decirnos “menos mal”? El reportaje al que antes me he referido sostiene que hasta un 35% de mujeres menopáusicas pueden desarrollar una depresión, lo cual, por cierto, tiene también otra lectura más optimista, y es que por lo menos un 65% o más no la desarrollan. Pero es que encima me he puesto a buscar en internet cifras de la incidencia de este trastorno en la menopausia y nadie está de acuerdo. En una página específica de estudios sobre la depresión la reducen al 20%, mientras que algunos artículos de prensa elevan esa cifra sensacionalmente hasta el 70%, es decir, 7 de cada 10, o titulan que la menopausia puede volverte loca. Total, que se diría que no tienen ni repajolera idea. Cosa por otra parte habitual en lo referido a los asuntos femeninos, que parece que son “tan nuestros”, y que en realidad son considerados una desviación de la normalidad viril, como si ser mujer fuera una enfermedad se mire como se mire, a pesar de que esa supuesta anomalía la experimente un 51% de la humanidad.Lo he escrito antes en alguna ocasión y lo repito: estoy hasta las cejas de la patologización de lo femenino. Me revienta que procesos biológicos naturales sean convertidos socialmente en fragilidades y dolencias. Sin duda debe de haber mujeres que lo pasen mal, e incluso muy mal, durante la menopausia, pero estoy segura de que es un porcentaje minoritario, y de que sería aún más bajo si no nos sometiéramos dócilmente a la profecía autocumplida de esperar la menopausia con terror. El sexismo tradicional ya había manchado nuestro climaterio con mil males tremebundos: en ese momento dejas de ser mujer, dejas de ser persona, te vuelves invisible, ya no sirves para nada, estás acabada. Y a todas estas machistadas ahora se añade el alarmismo pseudomédico. Ya está bien, amigas.Los hombres también tienen su climaterio. Más alargado en el tiempo, de manera que los síntomas suelen ser más suaves, pero pasan por las mismas molestias, incluso los sofocos. Pero, como eso no se considera patológico, lo viven tan campantes. Y es verdad que los sofocos son latosos, y se duerme peor, y puede haber calambres y cierta sensación de irritabilidad o de niebla mental, pero en la gran mayoría de las mujeres es todo muy soportable. Personalmente yo sufrí síntomas mucho peores cada mes, durante décadas, con unas reglas brutalmente dolorosas y con unas jaquecas de origen hormonal que me partían la cabeza y la vida, una auténtica tortura. Todo eso desapareció con la menopausia, junto con el miedo a un embarazo no deseado. Me embargó un profundo bienestar, una increíble sensación de alivio, de libertad y ligereza, de control y poder sobre mi existencia. Sí, no dudo de que haya mujeres que tengan problemas y que deban buscar ayuda médica. Pero no te asustes: creo que son las menos. Yo por ejemplo pienso que una de las mejores cosas que me han pasado en la vida ha sido la menopausia. Y estoy segura de que no soy la única

La columna de Montero: Viva la menopausia | EL PAÍS Semanal
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