Hay no pocas películas posibles en los márgenes de las autovías españolas, de Málaga a La Junquera pasando por Navas del Rey y, por supuesto, por la N-301 a su paso por la provincia de Cuenca, con un prostíbulo cada kilómetro. No pocas películas con olor a whisky, aceleración lisérgica, aliento pútrido de macho rancio y desolación de mujer esclava. Entre las luces de neón, las matrículas de siempre de coches y camiones y el resuello del sexo de pago. Más informaciónPero, junto a las posibles películas, también hay vidas reales. Casi todas ellas, rotas o en descomposición. Y Lino Escalera ha elegido para retratarlas una de las variantes más arriesgadas. No la más obvia: la del cine de género en puridad, la del criminal. Tampoco la más activista: la de la denuncia social explícita del sermón para convencer al convencido. Sino una intermedia entre ambas, mucho más seca, áspera y sucia. En Hamburgo, su segundo largometraje, nunca se erotizan ni se sexualizan los cuerpos y las situaciones. Esto no es una serie de Netflix con chicas de cuerpos gloriosos bailando en torno a una barra vertical, aunque, paradójicamente, la plataforma forme parte de sus apoyos de producción. Escalera, que debutó en 2017 con la notable No sé decir adiós, muestra un único polvo; en el primer minuto de metraje, y es desagradable, casi asqueroso; fugaz, torpe, y retratado en un encuadre deliberadamente feo tras una pared, lo que le da aspecto de voyeurismo enfermizo en el que los mirones no somos sino nosotros. Tampoco hay desnudos (apenas dos, nunca voluptuosos). Y sí conversaciones rudas, violentas y humillantes tras la jornada de “trabajo”, con mujeres derrengadas ya sin los tacones y en chanclas, obligadas a dar cuenta de su nivel de producción nocturna.Jaime Lorente y Roger Casamajor, en ‘Hamburgo’.Tres son los principales protagonistas de Hamburgo, ambientada en una versión horrenda de la Costa del Sol, entre El Palo y Marbella. El chófer de las chicas, encargado de los traslados; un treintañero con un pasado de drogadicción y alcohol, existencia maltrecha, infausto pasado y negro destino, al que interpreta con vulnerabilidad trágica Jaime Lorente; el administrador de varios locales, al servicio de la mafia local, antiguo amigo del conductor, en un suicida y magnífico registro de composición de Roger Casamajor, impostando una aguda voz cascada que provoca pavor; y una de aquellas mujeres cautivas, una rumana a la que da vida con gesto sombrío Iona Bugarin.Hay en Hamburgo elementos de thriller, pero nunca acaba de serlo: dos secuencias con disparos, y ambas están asentadas en el fuera de campo, con la cámara plantada en el rostro aterrado de Lorente. También de cine social, aunque tampoco lo sea en puridad. Y ciertos matices poéticos en algunos textos —la sudadera de Hamburgo del título, esa ciudad en la que no se ha estado—, en los que el propio Escalera y sus coguionistas —Daniel Remón, que sustituye a su hermano Pablo en la ayudantía del director, tras coescribir este No sé decir adiós y el estupendo corto Australia; y Roberto Martín Maiztegui, de la gran serie Nos vemos en otra vida— vuelcan un tono que a veces se sale de la cotidianidad. Más informaciónLa película no inventa nada artísticamente, pero su visión de los márgenes de nuestras carreteras, de esos lugares tristemente bautizados como las rutas del placer, resulta tan amarga en lo social como estimulante en lo cinematográfico. Y a ello contribuye otra decisión formal: prescindir de esas elementales fotos digitales sin profundidad de campo, y haber rodado en súper 16 mm, lo que le da a la foto de Juana Jiménez una textura áspera, y la misma rudeza que las vidas que retrata.HamburgoDirección: Lino Escalera.
Intérpretes: Jaime Lorente, Roger Casamajor, Iona Bugarin, Mona Martínez.
Género: thriller. España, 2025.
Duración: 113 minutos.
Estreno: 30 de mayo.

‘Hamburgo’: trágica y cruda visión de los prostíbulos españoles de carretera | Cultura
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