El primer ministro francés, Sébastien Lecornu, no pierde la esperanza en conseguir la difícil misión que le fue encomendada cuando fue nombrado en el cargo por Emmanuel Macron el pasado septiembre: aprobar unos presupuestos para 2026 en un Parlamento profundamente fragmentado. Este martes, a pocos días de la pausa navideña, ha dado un breve discurso en el que ha advertido de que Francia “necesita un presupuesto en enero” y que aún es posible lograrlo “si se dejan de lado los intereses políticos”. Lo ha dicho después de que la Asamblea francesa validara, sin sorpresa y por unanimidad, la prórroga de los presupuestos de este año, una medida de urgencia impulsada por Lecornu tras el rechazo de las cuentas de 2026 en la recta final de la negociación y tras meses de debate parlamentario. Los 496 diputados presentes votaron a favor. Ninguno lo hizo en contra. Esta ley de emergencia es un parche temporal que no resuelve el bloqueo político y económico en Francia, así que la idea es que esta “fase transitoria” dure lo menos posible. El objetivo es retomar en enero las negociaciones para tratar de consensuar unas cuentas completas y adaptadas a la realidad económica del país y aprobarlas a finales de ese mes, según el ambicioso plazo que se ha marcado el Gobierno. Las divergencias entre los distintos grupos políticos han hecho imposible hasta ahora un acuerdo. Lecornu ha comparecido desde la sede del Gobierno y ha instado a los políticos a “huir del desorden” actual y aprobar rápidamente unas cuentas a finales de enero. También ha deslizado que “el Gobierno asumirá su responsabilidad” en caso contrario. “Alcanzar un compromiso no supone una renuncia política ni una confusión”, ha afirmado el primer ministro y ha insistido en que “se puede llegar a acuerdos sin tener la mayoría absoluta”, como muestra la aprobación de los presupuestos de la Seguridad Social hace unas semanas. Ante los diputados, Lecornu y los ministros del área económica han insistido en el peligro que representa para el país no tener unos presupuestos. “Esta ley de mínimos implica riesgos máximos. No trato de dramatizar, pero es una medida que no resuelve nada, no responde a las necesidades y las urgencias de los franceses. Corremos el riesgo de que el país entre en el inmovilismo”, ha denunciado la ministra de Cuentas Públicas, Amélie de Montchalin, en su intervención ante la Cámara. La ley de prórroga presupuestaria es un texto de excepción previsto por la Constitución francesa para situaciones de emergencia. Consta de tres artículos. Evita la parálisis administrativa, al permitir al Estado recaudar impuestos, pagar salarios a los funcionarios y financiarse en los mercados, pero no da más margen de maniobra, ni para aumentar gasto ni para acometer los recortes necesarios para atajar el endeudamiento. Francia tiene una de las deudas más altas de la zona euro (117% del PIB) y el déficit, del 5,4% este año, está muy lejos del 3% que Bruselas marca como límite para 2029. Organismos como el Tribunal de Cuentas o el Banco de Francia insisten en la urgencia de reducirlo al 5% del PIB en 2026. Según el Observatorio francés de coyuntura económica, si la prórroga presupuestaria se extiende a todo 2026, el Estado dejará de ingresar 6.500 millones de euros y será más difícil de alcanzar el objetivo de déficit. Lecornu también ha recordado, en su alocución, que “el déficit debe reducirse al 5%” y que seguir sin presupuestos “tendrá efectos negativos”.En diciembre del año pasado, el ex primer ministro Michel Barnier también tuvo que recurrir a esta medida de urgencia, tras rechazarse sus presupuestos en el plazo marcado por la Constitución, antes de que acabase el año. Finalmente, los parlamentarios llegaron a un acuerdo semanas después de haber validado la prórroga de las cuentas del año previo. “Unas semanas extra”“Esto solo nos permite ganar algunas semanas extra para seguir negociando”, ha dicho el titular de Economía, Roland Lescure, en su turno de palabra. Ha alertado de las consecuencias para el país de que este periodo excepcional se extienda. Sin presupuestos no se podrán hacer nuevas inversiones ni aumentar el gasto en defensa, tal y como estaba previsto. “El 1 de enero debemos despertarnos con la misma obsesión con la que nos acostemos el 31 de diciembre: tener un presupuesto”, ha enfatizado. Las negociaciones para ello se retomarán tras la pausa navideña. Lecornu confía en poder lograrlo sin necesidad de recurrir al artículo 49.3 de la Constitución, que le permite aprobar los presupuestos por decreto. Se había comprometido con los socialistas a no hacerlo a cambio de que no le censuraran. Ha cumplido su palabra, a pesar de que cada vez hay más líderes políticos en el centro y la derecha que le piden que opte por esta solución para salir del atasco. En los últimos días, Lecornu se ha reunido con los partidos de la oposición para ir allanando el camino de cara a las negociaciones, a excepción de la formación de extrema derecha liderada por Marine Le Pen y la izquierdista La Francia Insumisa. El texto presupuestario inicial ya ha sido debatido y modificado, así que no se parte de cero. Han quedado claras las líneas rojas de cada bloque: la izquierda exige más gasto social y pide elevar las tasas a los grandes patrimonios para subvencionarlo mientras que la derecha y los aliados macronistas, reacios a subir impuestos, creen que los recortes son la única manera de reequilibrar. En marzo se celebran elecciones municipales, lo que complicará la negociación del presupuesto. Que se apruebe sería un triunfo para Lecornu, aunque no se resolverá la insólita inestabilidad política que vive el país. Se remonta a las elecciones legislativas de 2022, que dejaron al Gobierno sin mayoría en un Parlamento fragmentado. La situación se agravó con la decisión de Emmanuel Macron de disolverlo y repetir elecciones en julio de 2024. Las urnas arrojaron una Asamblea más polarizada aún, incapaz de alcanzar compromisos. Desde entonces, ha habido tres Gobiernos, que han caído en el intento de sacar adelante presupuestos con recortes sin precedentes.

Shares: