Frenoso, de capa negra y 559 kilos de peso, salvó de la quema la corrida de Puerto de San Lorenzo, que, al final, quedó en algo así como un concurso de ganaderías en el que participó el hierro de Victoriano del Río con dos toros de remiendo. Uno de ellos fue el citado Frenoso, corrido en quinto lugar, bien presentado y astifino, que hizo una pelea simplemente cumplidora en varas y mostró un punto de sosería en banderillas. Pero se ve que descansó en el tercio mientras Fernando Adrián cogía los trastos, y se dirigía parsimonioso al centro del ruedo para brindar a la concurrencia. El toro recobró fuerzas, y cuando atisbó que el torero lo llamaba de rodillas en los medios galopó con brío hacia la muleta que Adrián lo recibió en el último momento en un pase cambiado por la espalda, y las astifinas velas del animal rozaron la chaquetilla del torero. Para entonces ya era evidente que el animal iba a vender muy cara su vida. Enhiesto su lidiador, Frenoso persiguió el engaño con encastada pasión, con humillación, prontitud, fijeza, exigencia y emotividad. Así, surgieron tres tandas de muletazos con la mano derecha en las que Adrián mantuvo el tipo y la ligazón, si estar a la altura de la calidad de su oponente, que pedía a gritos un toreo más ajustado y profundo.Pero cada cual es como es y, ciertamente, el torero se vació ante el toro, dio de sí todo lo que encierra su tauromaquia, más moderna que clásica, pero desbordante de entrega y pundonor. Hubo después naturales de menor fuste y adornos en los que entrelazó un molinete, otro pase cambiado y tres bernadinas ceñidas rubricadas por muletazos por bajo que acabaron por arrebatar al respetable. Pero falló con la espada, y todo quedó en una cariñosa vuelta al ruedo por no haber dado la espalda a tan encastado oponente, que fue despedido con una cerrada ovación.El resto de la corrida fue un fiasco, protagonizado por toros desiguales de presentación, mansones, birriosos e inválidos, y dos toreros, Manzanares y Aguado, a los que parece costarles un mundo abandonar su zona de confort.El primero, y no es nuevo, ofreció la imagen de un torero acabado. Parece un cantante sin voz, un artista que ha perdido el misterio, y convertido en un jornalero que va al trabajo, pero no a trabajar. Manzanares anda por la plaza como si lo tuviera todo hecho, desganado y acomodado. Curiosamente, le tocó el lote más noble y bondadoso, y a su alrededor anduvo el toreo con pocas ideas y menos aroma. Despegado en todo momento, insípido, sin gracia, sin su natural elegancia.Y Aguado destacó, primero, en un quite a la verónica en el primer toro de Adrián, inválido también, y en otro por chicuelinas templadas y una media extraordinaria en el sexto. Sin una gota de fortaleza se mostró su primero, pero había acudido largo en banderillas, y Aguado lo recibió muleta en mano con un molinete, un trincherazo, un pase por alto, otra trinchera y, cuando iniciaba el de pecho, el animal se desplomó. Ahí se acabó la historia. El sexto fue el colmo de la sosería sin fuerzas y rubricó la tarde nefasta de la ganadería titular. En uno y en otro, Aguado pasó de puntillas.Puerto de San Lorenzo/Manzanares, Adrián, AguadoDos toros de Puerto de San Lorenzo, primero y segundo, justos de presentación y mansos, noble el primero e inválido el otro; dos de La Ventana del Puerto, cuarto, de fea estampa, cumplidor en varas y noble y sin fuerza en la muleta, y sexto, justo de presentación e inválido; y dos de Victoriano del Río, tercero y quinto, correctos de presentación, y astifinos, cumplidor en el caballo e inválido el primero, y bravucón y muy encastado y codicioso en el tercio final el quinto, fuertemente ovacionado en el arrastre. 
José María Manzanares: estocada (palmas); estocada atravesada (silencio). 
Fernando Adrián: dos pinchazos y estocada trasera y tendida (silencio); dos pinchazos _aviso_ y tres descabellos (vuelta al ruedo).
Pablo Aguado: tres pinchazos _aviso_ dos pinchazos y dos descabellos (silencio); pinchazo y un descabello (silencio). 
Plaza de Las Ventas. 16 de mayo. Séptima corrida  de la Feria de San Isidro. Lleno de ‘no hay billetes’ (22.964 espectadores, según la empresa). Al finalizar el paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria de Joselito el Gallo.

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