El laboratorio señalado por la presunta fuga del virus de la peste porcina africana en la provincia de Barcelona tenía planificados al menos dos experimentos con el patógeno en los mismos días en los que apareció el primer jabalí infectado a cientos de metros de la instalación, según los documentos de la Comisión Nacional de Bioseguridad analizados por EL PAÍS. Todas las hipótesis siguen abiertas, pero la Generalitat de Cataluña, de la que depende el laboratorio, se enfrenta a un escenario explosivo, incluso con acusaciones directas de entidades ganaderas. “La Generalitat nunca reconocerá que el virus de la peste porcina africana que infectó jabalíes se escapó de su laboratorio. Se enfrentaría a reclamaciones patrimoniales incalculables a día de hoy”, declaró el miércoles la organización agraria ASAJA de León.Fue el propio Ministerio de Agricultura el que lanzó la hipótesis de la fuga del laboratorio el 5 de diciembre, una semana después del hallazgo de dos cadáveres de jabalíes infectados en las inmediaciones del Centro de Investigación en Sanidad Animal (CReSA), un búnker en el que se trabaja con patógenos peligrosos en busca de tratamientos y vacunas. El análisis genético preliminar mostró que el virus de los animales encontrados era “muy similar” al que llegó a Georgia en 2007, presuntamente en un barco procedente del sureste de África, iniciando la actual pandemia europea, de la que España se había librado hasta ahora. Esta nueva variante del virus no se parece a las conocidas que circulan en la naturaleza, por eso el Ministerio propuso la teoría de un posible escape de un laboratorio, sin mencionar al CReSA, situado en Bellaterra (Barcelona).La documentación consultada por EL PAÍS revela un primer experimento, planificado para octubre y noviembre, con el fin de probar un prototipo de vacuna en 15 cerdos, con inyección intramuscular de un virus de la cepa Georgia/2007/01 modificado genéticamente. Los expertos en gestión de riesgos hablan del modelo del queso suizo, en el que los sistemas de seguridad son como lonchas con agujeros que, apiladas, hacen difícil que un peligro supere las barreras. En Bellaterra pudo haber varios agujeros alineados. El primer cadáver de un jabalí infectado apareció el 28 de noviembre a cientos de metros del CReSA, criticado por la ausencia de un doble vallado y que además estaba en obras desde el 15 de septiembre, como reveló este periódico este miércoles. La documentación aportada a la Comisión Nacional de Bioseguridad confirma ahora que esos mismos días el laboratorio trabajaba con el virus.El informe previo del experimento del CReSA subrayaba que los trabajos se realizarían “en instalaciones de bioseguridad de nivel 3, para eliminar cualquier probabilidad de que los virus se diseminen al medio ambiente”. El documento, de 26 páginas, detallaba sus medidas para evitar una fuga: duchas obligatorias para los investigadores, doble filtración absoluta del aire de salida, descontaminación química de los efluentes (orina, heces de los animales), eliminación de los despojos por digestión alcalina o incineración y recogida de los residuos por gestores autorizados. “Todas estas barreras de confinamiento y control garantizan su no diseminación al exterior, por tanto, nulo impacto ambiental”, aseguraba el documento, firmado por el virólogo Xavier Abad, jefe de la Unidad de Biocontención del CReSA.El experimento de octubre y noviembre estaba encabezado por Fernando Rodríguez y Jordi Argilaguet, líderes del grupo de peste porcina africana del CReSA. Su equipo ha desarrollado un prototipo de vacuna basado en una cepa del virus aislada en Badajoz en 1971 y modificada ahora genéticamente. En este tipo de ensayos es habitual exponer luego a los cerdos vacunados a una versión agresiva del virus, como la Georgia/2007/01. Ni el CReSA, ni el Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA, una empresa pública catalana de la que depende el CReSA), ni el Departamento de Agricultura de la Generalitat han respondido a las preguntas de este periódico sobre estos experimentos realizados en los mismos días en los que apareció el primer jabalí infectado a cientos de metros.El virus alcanza una letalidad del 100% en cerdos y jabalíes, pero es totalmente inofensivo para las personas. El informe de ese primer ensayo comunicaba que el personal trabajaría en cualquier caso con guantes y mascarilla quirúrgica. El factor humano, impredecible, es precisamente uno de los protagonistas habituales de los accidentes de laboratorio. El propio CReSA despidió a un técnico por acoso sexual en 2018, después de que intentara besar a una compañera dentro del establo de experimentación de alta bioseguridad, según una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña.En noviembre comenzó un segundo ensayo con el virus de la peste porcina africana en Bellaterra, ejecutado por el personal del CReSA. Esta vez el objetivo era probar en 20 cerdos dos prototipos vacunales desarrollados por el equipo de la viróloga Yolanda Revilla, del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, en Madrid. La propia investigadora explica por teléfono que su experimento no encaja con una fuga a finales de noviembre, “ni por tiempo, ni por virulencia, ni por secuencia genética”. Sus candidatos vacunales están basados en una versión atenuada de un virus aislado en Armenia en 2007 y modificado genéticamente. La exposición de los cerdos al virus virulento, también de Armenia, se realizó el 3 de diciembre y los animales siguen vivos, según la viróloga.La documentación sobre el experimento de Revilla aportada a la Comisión Nacional de Bioseguridad incluye una advertencia: “El virus de la peste porcina africana es relativamente resistente en el medio ambiente. La estabilidad del virus en diferentes condiciones ambientales fue objeto de numerosos estudios; la mayoría de ellos se llevaron a cabo en el siglo pasado y deberían revisarse/actualizarse”. Cinco expertos consultados subrayan, sin embargo, que este virus no se transmite fácilmente por vía aérea, sino por contacto directo entre los animales o por canibalismo, habitual en cerdos y jabalíes. Tres de estos investigadores no se explican cómo podría salir un virus así de un laboratorio de alta seguridad, a menos que fuera porque alguien lo sacara deliberadamente. El Ministerio de Agricultura de Polonia también ha sugerido la hipótesis de un sabotaje, interno o perpetrado por Rusia, tras hallar un jabalí infectado con una cuerda atada a la pata en una región polaca libre de la enfermedad. En 2007, un laboratorio inglés, el Instituto Pirbright, sufrió un escape del virus de la fiebre aftosa y en un primer momento denunció un posible sabotaje, pero luego se demostró que había una fuga en sus tuberías, combinada con la existencia de unas obras que facilitaron la diseminación del patógeno por la comarca en las ruedas de los camiones. En España, un juzgado de Cerdanyola investigará el origen del brote. Hasta la fecha, los análisis genéticos realizados en el laboratorio de referencia de la Unión Europea, el Centro de Investigación en Sanidad Animal (CISA-INIA) de la localidad madrileña de Valdeolmos, no han sido concluyentes.A Revilla tampoco le encaja la hipótesis de la fuga, pese a que el primer animal infectado apareciese a cientos de metros del CReSA. “No hay que dar por sentado, hasta que haya una demostración fehaciente, que ha habido un fallo de bioseguridad. Hay muchas otras hipótesis. El virus del brote no se parece a los 28 grupos que hay secuenciados en las bases de datos tras la entrada del virus de Georgia en 2007, pero no están todas las cepas que circulan por el mundo ahora mismo”, recalca la viróloga. Revilla no entiende las burlas ante la hipótesis de que el virus llegase a Barcelona en un alimento foráneo contaminado: “¿Cómo llegó el brote que comenzó en los años 70 en Cerdeña? En la comida de primera clase de un avión. No es una hipótesis para reírse”.¿Tienes información sobre este caso u otros similares? Escríbenos a mansede@elpais.es

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