Para un alérgico al polen, una avenida flanqueada por plátanos de sombra, ese árbol que abunda en tantas ciudades españolas, es siempre un recorrido a evitar. Si se descuida, es posible que pronto empiecen los estornudos, el picor de ojos, el lagrimeo, un velado dolor de cabeza. Y más este año, en el que se prevé una primavera complicada en términos polínicos, como alerta Estefanía Quílez, especialista del servicio de Alergología de Policlínica Gipuzkoa (San Sebastián): “Las plantas polinizan según el invierno anterior. Si hay mucha lluvia, como ha sucedido, están bien alimentadas y fuertes, por así decir. Y si pasamos de días muy malos a días muy soleados, como también ha ocurrido, la polinización se vuelve explosiva”.Por qué tenemos alergia al polen¿Qué provoca que algunas personas reaccionen de forma adversa al polen, una sustancia en principio inocua? “El sistema inmune de los alérgicos considera el polen una amenaza, un agente que hay que destruir”, explica Ignacio García Núñez, jefe del Servicio de Alergología del Hospital Quirónsalud Córdoba y del Hospital Quirónsalud Campo de Gibraltar (Cádiz). Como abunda Joaquín Sastre, jefe de servicio de Alergología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz (Madrid), el proceso es, en esencia, “similar al de las enfermedades autoinmunes: el organismo empieza a reconocer elementos comunes y frecuentes, como puede ser el polen, como elementos extraños”.Lo que no está del todo claro es el porqué de esa respuesta alterada. “Los mecanismos íntimos de la alergia no se conocen. Depende de múltiples factores: el clima, el tipo de vegetación predominante, la contaminación ambiental…”, prosigue Sastre. “Pero podemos afirmar que la genética está entre los más importantes: los alérgicos suelen tener casi siempre un antecedente familiar”. García Núñez pone cifras a este componente genético: “Si uno de los progenitores sufre rinitis alérgica o asma por alergia, el 40% de sus descendientes heredará esta afección. Si los dos progenitores la padecen, la cifra se eleva hasta el 70%”. Aunque, según Quílez, cada vez son más frecuentes los casos tardíos, ya en la edad adulta: “Cada vez vemos más pacientes que debutan sin que haya antecedentes familiares. Hay un perfil general de paciente entre los 30 y los 50 años, pero no es excluyente, te puede suceder en cualquier momento de la vida”.Además del factor hereditario, García Núñez habla también de la llamada “hipótesis de la higiene”: “La excesiva limpieza a nuestro alrededor, y la poca exposición a los virus y hongos del ambiente, provoca que el sistema inmune, sobre todo el de los niños, no se dedique a lo que está predispuesto. Y entonces pasas a atacar elementos que no son nocivos para, por así decir, entretenerse y mantenerse ocupado”, explica.El clima, un factor determinante“La cantidad de polen que hay en el ambiente es mayor en los climas continentales que en las zonas de costa”, sintetiza Sastre. Pese a que la vegetación pueda ser similar en las diferentes partes de España —las gramíneas, herbáceas como el centeno o la cebada, son la causa principal de alergias respiratorias y están distribuidas por todo el país—, los vientos del mar y las lluvias son diferentes en función de la geografía “y lavan el ambiente, lo limpian”, dice el experto. “En el interior, en periodos de altas presiones que estabilizan la atmósfera, los pólenes quedan suspendidos en gran cantidad y durante mucho tiempo. La diferencia es que en Londres, con las lluvias constantes, los picos de polen por metro cúbico —la medida que usan los alergólogos— son 10 veces menores a los que se alcanzan en Madrid, una ciudad con menos agua y escasa humedad”, detalla.
Las especies vegetales que más alergia producen en España
Cómo prepararse para la primaveraEstefanía Quílez aclara que la mejor medida de prevención es a su vez la más difícil de llevar a cabo: “Evitar salir sería lo más recomendable, pero ¿qué hago? ¿Me quedo en casa con escafandra? No se le puede pedir a un paciente que no salga”. Por tanto, en el exterior, la especialista recomienda llevar gafas de sol y mascarilla, como medidas más básicas, para blindarnos ante el polen. Si vamos en coche, mejor con las ventanillas cerradas y sin aire acondicionado. Y si permanecemos en casa, ventilar a primera hora de la mañana.El segundo pilar de la prevención es la medicación, los antihistamínicos, “tanto cuando los síntomas sobrevienen como para anticiparnos a ellos”. Por último, conviene descargarse la aplicación móvil de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (o visitar su página web) para consultar los niveles de polen en tiempo real. “Intentamos que el paciente se empodere y que participe de la enfermedad. Que controle la información que le es útil”, afirma Quílez.“Estas alergias al polen son muy de ojos, conjuntivitis, lagrimeo y picor”, señala Quílez. De hecho, García Núñez estima que el 90% de los pacientes presenta síntomas en la vía aérea superior que incluyen, además de las mencionadas molestias oculares, picores generalizados en garganta, piel u oído, la llamada rinitis alérgica. Solo el 40% de los casos conlleva afecciones en las vías inferiores, como puede ser toses pronunciadas, ahogos o pitos.“Con la alergia al polen nos comportamos como tortugas: si me tocas, me escondo en el caparazón para protegerme de algo nocivo”, explica García Núñez. A grandes rasgos, las vías respiratorias, que actúan como torre de vigía, tratan de evitar que el polen entre en nuestro organismo cuando lo detectan. “De ahí que los bronquios se cierren y nos cueste respirar. Por eso algunos pacientes lo pasan muy mal. Y hay casos extremos que pueden resultar fatales”, añade el doctor.Conocer los alérgenos para vacunarseEstas molestias, que en algunos casos llegan a ser muy invalidantes, como indica García Núñez, pueden resolverse, en buena parte, con vacunación: “Es la mejor medida para mitigar y prevenir. Consiste en recibir pequeñas dosis de polen alergénico mezclado con suero. El organismo, entonces, reconoce esta sustancia como algo normal. Con el tiempo, la remisión de los síntomas puede superar el 50%”, cuenta.Para poder vacunarse antes hay que diagnosticar la alergia, definir a qué sustancias no somos tolerantes. “Todo parte de una buena entrevista con el paciente para conocer su historia, los síntomas o la aerobiología de su lugar de residencia. Después, realizamos distintas pruebas en consulta: la más habitual es un test cutáneo en la que se pinchan distintos alérgenos [desde pólenes de distintas especies vegetales hasta ácaros o epitelios animales] y se evalúa la respuesta del cuerpo”, explica Quílez. Con estos resultados y los de una analítica de sangre —con la que se mide la cantidad de anticuerpos que causan alergias—, se propone entonces un plan de vacunación, que suele ser a tres años y puede incluir varias vacunas y distintas aplicaciones como, por ejemplo, sublingual o subcutánea. “Hay varias marcas para cada tipo de polen, ácaro o alimento. La suma de esas marcas nos indica un pronóstico”, señala Quílez. “En la actualidad, las vacunas son individualizadas y se consensúan con el paciente. Y son además muy sensibles, accesibles, rápidas e inocuas”.La especialista cierra con una recomendación: ante la duda, lo mejor es acudir al alergólogo y preguntar. “Es la manera de no ver la primavera como una época mala: hacerse pruebas y tender a la vacunación”, incide.