La primera vez que Annette Bening visita la Casa Blanca en El presidente y Miss Wade, la comedia política de Rob Reiner, le dice al guardia de seguridad que se siente como si estuviese en una película de Frank Capra. El homenaje al director de ¡Qué bello es vivir!, ¡Caballero sin espada! y Juan Nadie no es casual: Capra encarna la esperanza de la América del New Deal, que salió de la Gran Depresión con las heridas de la pobreza y el desarraigo no totalmente cerradas, con los fantasmas de los vagabundos de la cosecha todavía buscando trabajo en los caminos de Estados Unidos. Aunque conocido sobre todo por comedias románticas como Cuando Harry encontró a Sally, Reiner fue también un gran cineasta político, un Frank Capra de finales del siglo XX. Volver a ver sus películas mientras los dislates de Donald Trump llenan los titulares es una experiencia tan inquietante como reconfortante.Al igual que el maestro de la época dorada de Hollywood, quiso retratar la dignidad de unos personajes que creen que pueden mejorar la vida de sus conciudadanos, que eligen el camino correcto aunque paguen un precio por ello, retrata una América construida sobre la emigración y la mezcla de culturas, en la que la solidaridad entre los más débiles construye unas profundas redes de defensa frente al poder de los más fuertes. Más informaciónRob Reiner fue asesinado el 14 de diciembre junto a su esposa Michelle en unas circunstancias tan trágicas que resultan difíciles de imaginar —todo indica que el responsable del crimen es su hijo mediano—. La despiadada e indigna reacción de Trump ante este parricidio —el director siempre fue muy crítico con su presidencia— refleja el abismo que existe entre la concepción del país que refleja Reiner en su cine y la crueldad de las redadas de ICE contra los migrantes y la megalomanía de la Casa Blanca actual.Reiner dirigió un puñado de películas sobre la historia de EE UU: A la sombra de Kennedy, sobre Lyndon B. Johnson; Fantasmas del pasado, sobre los derechos civiles, denostados por el movimiento MAGA; o Desvelando la verdad, sobre los periodistas de Knight Ridder que se negaron a tragarse las mentiras con las que la Administración de George W. Bush justificó la invasión del Irak en 2003. Se trata de filmes tan interesantes como irregulares, aunque tratan los grandes temas que siguen fracturando el país: la memoria de la esclavitud, la injusticia social, o la importancia de una prensa libre, capaz de hacer frente al poder. Rob Reiner, en Nueva York en 2016.Foto: Associated Press/LaPresse (APN)También fue autor de dos fábulas caprianas: la película de juicios Algunos hombres buenos, en la que reivindica que nadie puede estar por encima de la justicia y que nada justifica la violencia del Estado —el monólogo de Jack Nicholson es uno de los momentos cumbre del cine de juicios de todos los tiempos—, y, naturalmente, El presidente y Miss Wade, el filme del que salió la serie El ala oeste de la Casa Blanca. Ambas fueron escritas por Aaron Sorkin, perfectamente reconocibles por unos diálogos que transitan siempre por la fina línea que separa la brillantez de la artificialidad. El presidente y Miss Wade relata la historia de un presidente viudo de EE UU, Michael Douglas, que se enamora de una consultora política, Annette Bening, lo que provoca una caída en picado en las encuestas. Douglas encarna a un gobernante demócrata, preocupado por el control de armas y por el cambio climático, que ordena un ataque contra la sede de los servicios secretos libios, pero no puede dormir por las víctimas civiles que va a causar. Tanto él como Bening creen en la política no es una cuestión solo de poder, sino una forma de aliviar las injusticias sociales y de mirar al futuro.Su oponente es un político republicano encarnado por Richard Dreyfus, despiadado, ávido de poder, venenoso y que no duda en recurrir a falsedades para destruir a sus oponentes. Michael Douglas define así su forma de hacer política: “Solo quiere asustar a los ciudadanos y decirles a quién tienen que echarle la culpa”. Esta frase fue escrita en 1995. Escuchada en 2025 resultan impresionantes su lucidez y vigencia. Aunque siempre las películas más políticas de Reiner son dos de sus grandes clásicos, La princesa prometida y Cuenta conmigo (Stand by me). Aparte de un cuento sobre el poder de la ficción ante una muy temprana adicción a las pantallas —un niño con un gripazo está obnubilado jugando a videojuegos antediluvianos cuando llega su abuelo y le lee un libro que cambiará su vida—, La princesa prometida relata la historia de un rey malvado que quiere desatar una guerra con pretextos absurdos: “Hemos sido contratados para empezar una guerra, un trabajo que tiene una larga y gloriosa tradición”, dice Vizzini, el personaje encargado de montar el tinglado.Como confesó Stephen King en un precioso artículo sobre Reiner en The New York Times, Cuenta conmigo (Stand by me) es una película basada en sus recuerdos de infancia: “He escrito mucha ficción, pero El cuerpo sigue siendo el único relato abiertamente autobiográfico que he hecho. Aquellos chicos eran mis amigos. Nunca caminamos por una vía de tren para ver un cadáver, pero hicimos otras cosas. La historia trataba de mi realidad, tal como la había vivido en los caminos de tierra del sur de Maine”. Sin embargo, es también la descripción de EE UU antes del gran cambio de los años sesenta y del trauma de Vietnam (aunque la guerra de Corea aparece ya en el relato). La historia se convierte, al final, en la reivindicación de un país en el que todos deberían tener el derecho a un futuro y a la esperanza. El niño que interpreta River Phoenix está condenado a la marginalidad. Proviene de una familia desestructurada, con problemas con la ley y todo el mundo cree —salvo su mejor amigo— que está condenado a acabar en la cárcel. De hecho, cuando roba dinero en la escuela y luego trata de devolverlo, la maestra se queda la pasta y le acusa de ser el ladrón, sin contar su arrepentimiento. “Nunca pensé que una profesora podría hacer algo así. Pero nadie iba a creerme”, relata el niño. Solo el personaje del narrador, el alter ego de Stephen King, cree en él: “Podrás hacer lo que quieras”. Y efectivamente, fue capaz de estudiar, sacar una carrera y convertirse en fiscal. Acabaría asesinado, absurdamente acuchillado, al intentar parar una pelea en un restaurante.En estos tiempos inciertos y oscuros que nos engullen, el cine de Rob Reiner nos recuerda que otro futuro es posible. David Remnick acaba de citar en un artículo sobre la deriva autoritaria de Trump uno de los últimos discursos de John F. Kennedy, pronunciado poco antes de ser asesinado, que se aplica, sin duda, al legado de este gran director. “En una sociedad democrática, el deber más importante del artista es permanecer fiel a sí mismo. Al servir a su visión de la verdad, el artista sirve mejor a su nación. Y la nación que desprecia la misión del arte invita al destino del jornalero de Robert Frost, el destino de ‘No tener nada que recordar con orgullo, ni nada que esperar con esperanza”.

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