
Este texto es una entrega de la Queerletter, la newsletter LGTBIQ+ de EL PAÍS, coordinada por Pablo León. Apúntate aquí para recibirla.La editorial Egales, centrada en publicaciones queer, acaba de cumplir 30 años. En 1995 se presentó este sello y desde entonces ha publicado más de 500 títulos (unos 300 de narrativa y 200 ensayos). “Yo fui editora por necesidad, no por vocación”, explica Mili Hernández, fundadora de Egales junto a Connie Dagas y Helle Bruun. Poco antes, en 1993, Hernández había abierto la librería Berkana en Madrid, aún en activo en el barrio de Chueca. Al año siguiente, Dagas y Bruun inauguraron Cómplices en Barcelona (que cerró sus puertas en 2022). “Enseguida, nos dimos cuenta de que nos faltaba catálogo. La gente venía y preguntaba: ‘¿Qué tenéis por aquí?’. Y resulta que la mayoría de lo que exponíamos ya lo tenían. Ahí nos dimos cuenta de que teníamos que empezar a editar”, continúa Mili Hernández, que nació en Madrid y tiene 66 años.Cuenta la historia de Egales en la trastienda de Berkana, mientras un trasiego de gente visita el espacio, plagado de novelas, ensayos, cómics, revistas con firmas como Judith Butler, James Baldwin, Natalie Barney, Lorca, Djuna Barnes, Mary Renault, Chi Ta-wei, Ramón Martínez, Óscar Hernández-Campano, Alberto Mira, Isabel Franc, Rosa Navarro, Paco Tomás o Mila Martínez.“En los inicios, los clientes y clientas que se atrevían a venir a la librería nos pedían otro tipo de libros LGTBIQ+ de los pocos que se publicaban: querían libros de autoconocimiento, con historias bonitas, con historias de amor posibles… Libros en los que encontrar los referentes que necesitaban”, detalla Hernández. ¿Por dónde empezar? “Pues por todo lo que habíamos leído nosotras. Los dos primeros que publicamos eran sendas historias de amor: uno de chicas y otro de chicos. Date cuenta de que entonces mucha gente no había tenido ninguna historia de nada. Los tíos podían encontrar a alguien con quien tener sexo, pero muchas mujeres llegaban a la librería y nos decían que esas publicaciones eran lo más cercano que habían tenido a una relación sentimental. Enseguida me di cuenta de que tenía que ofrecer los libros que a mí —que a nosotras— nos habían salvado la vida”.Connie Dagas, cofundadora de Egales y Cómplices, días antes del cierre de la librería en diciembre de 2022. Lucia PardoLas futuras tres editoras se conocieron en Londres. Hernández se trasladó a la capital británica a principios de los ochenta. Primero para trabajar de au pair, “con una familia de judíos jasídicos”, y después como recepcionista en un hotel: “Aún venían muchas mujeres españolas a abortar a Londres y necesitaban trabajadores que hablaran español”. Allí, Hernández no tuvo mucho contacto con el activismo LGTBIQ+, pero sí descubrió Gay’s The Word, librería queer pionera en Reino Unido, inaugurada en 1979, al lado de Russel Square. “Allí me compraba las novelas románticas lésbicas que me enseñaron dos cosas: aprendí inglés y también a amar a las mujeres. Aunque yo ya sentía algo, en España nadie te enseñaba a amar a las mujeres”. Tras pasar varios años en Londres, Mili Hernández se trasladó a Nueva York. “Llegué el 25 de octubre de 1985. Y ahí empezó otra parte de mi vida, cuando fui consciente de lo que implicaba ser lesbiana, cuando me construí como mujer feminista, libre y sin miedo”. Allí, Hernández frecuentó otra librería: Oscar Wilde Memorial Bookshop, abierta en 1967 por Craig Rodwell en el Village. “Mi inglés ya era mucho mejor y en la Oscar Wilde encontré todos esos ensayos que no había podido leer en Londres porque entonces me enteraba de poco. Ahí sí que me impliqué en el activismo. Comencé con unas reuniones muy majas de single lesbians, donde quedábamos lesbianas solteras para hablar. Esa iniciativa luego la repliqué en Berkana”, resume Hernández. También trabajó en un periódico de mujeres, cuyo cuartel general estaba en la calle 14, en Chelsea, cerca del Meatpacking. “Las oficinas estaban en un almacén de carne que nos prestaban los domingos para trabajar en la publicación. A veces teníamos que pasar entre las vacas colgadas. Además, era una zona donde trabajaban muchas prostitutas trans”, recuerda: “Ahora es una calle de lujo”. Y añade: “Mi construcción LGTBIQ+ se la debo a Nueva York”.Cuando Mili regresó a Madrid de su experiencia neoyorquina tenía claro que quería ser librera, soñaba con una librería queer en la capital. “¿Y si no funcionaba? Yo venía empoderada de Nueva York, pero también me preguntaba: ¿cómo va a funcionar una librería LGTBIQ+ en Madrid?”. Era 1993. Dos años después, con sus socias Dagas y Bruun, arrancó Egales. “En los libros que comenzamos a publicar publicábamos las personas LGTBIQ+ no morían, no se suicidaban, no acababan en manicomios. Son libros que te empoderan, que te dan esperanza en que podrías tener una vida. Comprobé que aquí en España todavía había mucho miedo y yo sabía lo que significaba abrirle el mundo a mucha gente. Entonces, yo ni nadie podíamos imaginar que un día podría casarme con una mujer, como después hice”, explica.Egales no solo funcionó, sino que se ha convertido en un referente absoluto en el mundo hispanohablante. “La Feria del libro de Guadalajara [en México] nos da muchas alegrías. Los bibliotecarios de toda América respetan nuestra editorial, la quieren y la admiran: casi todos nuestros ensayos están en las bibliotecas universitarias y en muchas públicas”, celebra. “También tengo que decir, con pena, el escaso interés que veo en las bibliotecas de España hacia nuestra editorial”, lanza. Hace menos de un mes, desde Egales han publicado un libro con el que Mili considera que se cierra su círculo. Se trata de Su fulgor puede destruir vuestro mundo, de Ramón Martínez. “Mil páginas de la historia de la literatura LGTBIQ+”, apunta Mili. En el libro, Martínez rastrea toda la literatura escrita —desde las jarchas hasta las novelas juveniles actuales— en busca de la diversidad sexual y de género: desde La celestina, hasta el Lazarillo de Tormes, pasando por el Quijote, los poemas de Jacinto Benavente, o la poesía escrita durante los diferentes periodos de Al-Ándalus. Una diversidad sexual y de género que aparece en los propios textos (que no se extrae de relectura), para sacar a la luz esa parte de la literatura que la crítica literaria ha escondido en el armario, bien por censura, bien por lgtbifobia.
Aprender a amar y a ser LGTBIQ+ en los libros | Cultura
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