El nivel de la moderna fiesta de los toros está tan bajo, que ya nadie debería sorprenderse de que en la plaza de Las Ventas, en plena Feria de San Isidro, se le conceda la vuelta al ruedo a un toro sin méritos para ello, o que Román y Colombo pasearan el anillo sin motivo para tal galardón. Pero es lo que hay, así es el público que acude a divertirse y justifica el precio de la entrada con un triunfo tan inesperado como inmerecido.El sexto toro fue tan anodino como los demás en el primer puyazo, se dejó sin más en el segundo y acudió de largo en el tercero, de menos a más, lo que demostró que era un toro bravo; galopó en banderillas y permitió el lucimiento de Raúl Ruiz con el capote, y Juan Carlos Rey y Jesús Robledo Tito con los garapullos. Pero en la muleta fue un toro noblote, sin fortaleza ni codicia, que permitió que su matador, Isaac Fonseca, se empleara a fondo, se quitara de encima el mal sabor de boca que había dejado en su primero, y trazara varias tandas de muletazos con la mano derecha presididos por la entrega y la ligazón. Había comenzado de rodillas con cinco largos derechazos y uno de pecho, y acabó con ayudados por bajo y una garbosa trincherilla antes de pinchar atropelladamente y recibir un fuerte golpe en la frente. La estocada siguiente, en un alarde de meritorio pundonor, fue motivo para que paseara una oreja de su oponente. No había motivo más que para una fuerte ovación al toro en el arrastre, pero las circunstancias han cambiado y se le dio la vuelta.Así terminó la corrida, que había comenzado con la lidia de un manso encastado, distraído y reservón en los dos primeros tercios, que llegó a la muleta sin muchas ganas de colaborar. Pero fue el pundonor de Román el que le obligó a despertar y mostrar la casta que encerraba. Hubo naturales largos en dos tandas ligadas, cuatro derechazos apasionados y unos ayudados ligados finales que hacían presagiar que el torero valenciano recibiría su recompensa. No fue así porque a pesar de su actuación animosa y vibrante, Román muleteó siempre muy despegado y mató mal.Cuando Colombo tomó el engaño para iniciar la faena de muleta al segundo de la tarde, faltaban cinco minutos para las ocho, casi una hora de festejo. Se hizo presente un relámpago, y un trueno fue la antesala de lo que se venía presintiendo desde el paseíllo, que habría lluvia, que la hubo, y mucho frío, de invierno total. Y todo ello sucedía mientras el torero venezolano podía banderillas a toro pasado y muleteaba sin fondo alguno a un animal tan noble como apocado.Tampoco ocurrió nada destacable en el tercero, de comportamiento incierto, y con el que Fonseca se mostró desconfiado y pocas ideas. El cuarto, segundo de Román, no era más que una masa de carne, con el que torero dio un mitin en la suerte suprema, y tampoco Colombo dijo nada en el quinto, con un esbozo de toreo peligrosamente insustancial.Mucho frío, una tarde desabrida, paraguas, impermeables y destemplanzas que mañana darán la cara. Al menos, hubo entrega en el primero y una oreja en el último, pero el nivel de esta plaza anda por los suelos, como el de todas las de este país.Pedraza/Román, Colombo, FonsecaToros de Pedraza de Yeltes, bien presentados, astifinos, mansos y descastados; bravo en el caballo y noble sin casta el sexto, al que se le dio la vuelta al ruedo; el primero, reservón y repetidor en la muleta. 
Román: pinchazo, estocada _aviso_ y dos descabellos (vuelta al ruedo); cuatro pinchazos _aviso_ media baja y atravesada y 7 descabellos (silencio).
J. E. Colombo: estocada _aviso_ (petición y vuelta); estocada desprendida (silencio).
Isaac Fonseca: estocada baja y atravesada (silencio); pinchazo _aviso_ y estocada (oreja).
Plaza de Las Ventas. 14 de mayo. Quinta corrida  de la Feria de San Isidro. Tres cuartos de entrada (17.782 espectadores, según la empresa). 

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