“Mucha gente sabe que los nazis quemaron libros, pero no tanta recuerda que el franquismo hizo lo mismo”, arranca Sergio Bang, librero en Grant, en el madrileño barrio de Lavapiés. “Además, en España hubo muchos ataques a librerías en los años setenta, sobre todo en 1975″. Por eso, su reciente primera novela, Venimos del fuego (Plaza & Janés, 2025), se enmarca en ese año y comienza con una tienda de libros ardiendo. Todavía quedan protagonistas de aquella época, como Lola Larumbe, de la librería Alberti, o José Miguel García, entonces al frente de Visor y Antonio Machado: “Nos atacaron varias veces y la policía no nos hacía caso”. Trazamos un recorrido por ese escenario con ayuda del novelista, los protagonistas e historiadores.“La novela arranca con un incendio porque venimos del fuego, tanto el físico, que quema locales, como de ese otro fuego interno que impulsa a los protagonistas a moverse para cambiar las cosas”, apunta el escritor. “La desarrollo en 1975 porque es un año efervescente, se abre una ventana de oportunidad ante la muerte del dictador, y a la vez hay fuerzas extremistas que quieren que nada cambie. En ese momento las librerías son atacadas de forma sistemática”, prosigue.Sergio Bang, autor de ‘Venimos del fuego’, en la librería Grant de Madrid. Jaime VillanuevaLo confirma Gaizka Fernández, autor de Allí donde se queman los libros (Tecnos) e investigador del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo: “Hubo ataques antes y ataques después, pero el peor periodo fue de 1974 a 1976, donde se contabilizan más de un centenar de ataques a librerías. Solo en 1975 se perpetraron 42, y eso solo tiene en cuenta los que aparecieron en prensa. Había de todo, desde pintadas amenazantes a pedradas contra los cristales, incluso se lanzaba pintura contra los libros. En los casos más extremos, incluso cócteles molotov, bombas o disparos”.También ha estudiado la época Aránzazu Sarría, profesora en la Universidad Bordeaux Montaigne y autora de Atentados contra librerías en la España de los setenta, la expresión de una violencia política (Pilar, París, 2009): “La Transición se ha estudiado como un periodo moderado, pero las librerías es uno de los ámbitos donde más se manifiesta la presencia de la violencia. Hubo ataques en Madrid y Barcelona, pero también en Zaragoza, Pamplona, Sevilla y Valencia. Las librerías fueron un objeto de protesta para grupúsculos de la extrema derecha, para protestar por la presencia de ideologías opuestas y de rechazar el proceso de reforma política”.¿Cuáles fueron las principales víctimas? Responde Fernández: “En Madrid, la Alberti y la Antonio Machado; en San Sebastián, Lagun, que más tarde sufrió el acoso de la izquierda abertzale; en Valencia, Tresiquatre; en Barcelona, Llibreria Cinc d’Oros”. Muchos propietarios apostaron por bunkerizarlas: “Pusieron cristales blindados, muros de hormigón y otras medidas de seguridad. Y tuvieron problemas con los seguros, que muchas veces no pagaban los desperfectos con la excusa de que era vandalismo”, añade.Efectos de la explosión de un artefacto bomba en la librería Distribuciones de Enlace de Barcelona en 1974.Nicolás.G (EFE)Uno de los que padecieron aquellos ataques fue José Miguel García, entonces al frente de las librerías Visor y, luego, Antonio Machado: “Nos hicieron por lo menos cinco o seis ataques. Principalmente, nos rompían el escaparate y luego tiraban pintura para destrozar los libros. La policía no nos hacía caso, no investigaba, y cada vez que iba a poner una denuncia me tenían allí ocho horas para demostrarme que les importaba poco”, cuenta. “Tuvimos que cambiar los cristales varias veces, y los seguros muchas veces no nos pagaban nada, porque lo consideraban vandalismo y decían que no estaba cubierto”, continúa.Lo que sí había es solidaridad de los vecinos: “Después de los ataques, la gente del barrio de Argüelles se acercaba y nos compraba libros manchados de pintura para apoyarnos”. Algo similar ocurre en la novela de Sergio Bang: Alma, una de las protagonistas, recibe muestras de apoyo de vecinos y de otros libreros. “Entre nosotros nos apoyamos mucho, cada vez que hay algún problema las editoriales nos facilitan las cosas, o vendemos libros en apoyo a los comercios afectados por la dana de Valencia”, comenta Bang.Entrada a la librería Alberti tras uno de los ataques, en 1976.Lola Larumbe llegó a la librería Alberti de Madrid en 1980, con 19 años, y todavía sigue al frente del local, que fue muy castigado: “Se inauguró en octubre de 1975 y desde el inicio sufrió al menos siete ataques, muchos muy graves. Hubo bombas, incendios y acoso al personal. De hecho, hubo que pedir protección y dos policías nacionales custodiaban la puerta por las noches; una de aquellas noches, varios extremistas dispararon contra los cristales y los agentes los repelieron. Por suerte, no hubo víctimas”.Bombas, incendio y acosoEl acoso duró años. “Nos pusieron bombas, nos metieron gasolina por debajo de la puerta para incendiar los libros, y además los libreros vivieron acosados, tenían miedo de que les empujaran en el metro, les insultaban, el primer propietario tuvo que soportar varias amenazas de muerte”, comenta Larumbe. ¿Por qué? “El libro es libertad. Nuestro eslogan es ‘Más libros, más libres’, que es lo que ponen nuestros marcapáginas. Los enemigos de la libertad son los enemigos de los libros”, añade.Sergio Bang, en su librería de Lavapiés.Jaime VillanuevaLa profesora Sarría señala que esas agresiones “eran banalizadas, no había un seguimiento policial y la prensa no ponía nombres a los autores. Incluso había una cierta connivencia, porque uno de los grupos que solían efectuar ataques eran los Guerrilleros de Cristo Rey, que tenían una vinculación con la Guardia Civil”.El investigador Fernández tercia: “Para la extrema derecha, atacar librerías es muy fácil, porque son locales expuestos, se pueden atacar por la noche, y te asegura una repercusión, que es muy importante para grupúsculos pequeños neofascistas. García, de Alberti, revela que pedía a los periodistas que no hablaran de los ataques a su comercio, porque eso incitaba que hubiera más.Portada de la novela ‘Venimos del fuego’ (Plaza & Janés), de Sergio Bang.De vuelta a la novela, no todo son incendios. “El libro habla del amor por los libros, de las librerías como formas de resistencia, y también de las personas LGTBIQ+, predecesores de los derechos que tenemos ahora”. Mario es un periodista gay, Alma es una librera de género fluido (quizá trans, quizá intersexual, no se especifica), los demás hablan sin tapujos de la libertad sexual en un momento en el que las libertades estaban por conquistarse. También reivindica a muchas escritoras, de Elena Garro a Silvia Ocampo, y la librería se denomina Luisa Bombal. “Eran autoras que no se publicaban en España, solo llegaban a cuentagotas a través de ediciones latinoamericanas”, comenta Bang.Y concluye: “Una librería, como una editorial, es activismo. En el momento en que decides tener un tipo de libros u otros estás haciendo política. Como decía Joan Margarit, la libertad es una librería. Y siguen siendo subversivas, porque fomentan el pensamiento crítico, y eso es algo que sigue molestando al fascismo”. Quizá por eso, Grant también ha sufrido pintadas en los últimos años. Y el último ataque a Alberti ocurrió el año pasado: “Tras las manifestaciones contra el PSOE en la calle Ferraz, nos hicieron pintadas nazis en la fachada”, se queja con tristeza Larumbe.

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