Cuando la tarde ya tocaba a su fin, sucedió una de esas escenas que dan sentido a la siempre paciente y tantas veces maltratada afición a los toros. Afición a los toros, que no a los toreros, cabe recalcar.El último toro de Palha, un galán de 604 kilos y un par de pitones como dos puñales en todo lo alto, dobló las manos tras la estocada mortal que le había recetado Francisco de Manuel, pero se negó a despedirse de este mundo tan fácilmente.Aunque tenía la cabeza y los cuartos delanteros apoyados en la arena, se sostuvo durante más de un minuto sobre las patas traseras en una imagen emotiva y solemne. Finalmente, se derrumbó. Pero no de forma definitiva. Cuando el tercero de la cuadrilla se disponía a apuntillarlo, el animal se levantó del suelo y se mantuvo en pie hasta que el matador acertó a descabellarlo. Una vez más, la casta, ese milagro de la naturaleza, se hacía presente.Y no fue la única vez en la tarde, pues encastados resultaron varios de los toros lidiados por Palha en su regreso a Madrid. Los mejores, primero y quinto, fueron despedidos con una merecida ovación en el arrastre. Sus matadores, en cambio, tuvieron que conformarse, uno, con el silencio más absoluto, y otro, con una vuelta al ruedo más que cuestionable.Es verdad que Juan Leal lo dio todo, pero, a veces, con eso no es suficiente. El francés anduvo entregado toda la tarde, participó en quites, se fue a portagayola —y casi le cuesta un disgusto— a recibir a su segundo, se plantó con la muleta por delante y citó a gran distancia desde el centro del ruedo… pero no estuvo a la altura. Sí, marcó la diferencia respecto a sus dos compañeros; pero eso tampoco fue difícil.De la multitud de muletazos que dio en ambos turnos, la mayoría acelerados, enganchados y ejecutados de abajo a arriba, solo se salvó un puñado de naturales, logrados de uno en uno, muy cruzado al pitón contrario, en el ecuador de la faena al quinto. Un suspiro de temple y largura entre tanto derechazo sin sentido.Después, y al igual que había hecho frente al deslucido segundo, que se movió sin clase y con la cara suelta, se puso entre los pitones para calentar a la gente con el insoportable arrimón de turno. ¿Valiente? Valentón, más bien. A algunos les gustó aquello y tras un pinchazo —del que salió dramáticamente cogido por la chaquetilla— y una estocada caída lograda a capón, le pidieron la oreja. El presidente no la concedió y el francés se tuvo que conformar con dar la vuelta al ruedo.Ese quinto, el más alto y feo del sexteto, se pasó varios minutos bajo el peto en el primer encuentro con el caballo. Se repuchó después en la segunda vara, pero cuando lo pusieron una tercera vez —oh, ¡milagro!—, allá que se arrancó con todo para volver a empujar. ¿Fue bravo? Quedó la duda. Acudió también alegre en banderillas y comenzó embistiendo con gran transmisión en la muleta, aunque se apagó pronto. Eso sí, hasta el final, cerrada la boca, desafiante la mirada.También con encastada nobleza, fijeza y codicia repitió el que abrió plaza, muy en el tipo de Baltasar Ibán (como el tercero). Le tocó a Rafaelillo, que, tras permitir que su picador se despachara a gusto con el de Palha, demostró tanto oficio como desconfianza. Ante el hondo cuarto, de menor fondo, se repitió la historia.El que tampoco dio nunca el paso fue Francisco de Manuel, tan apático como precavido ante el lote más soso. Nobleza y buena condición tuvo su primero, al que no le acompañaron las fuerzas; mientras el último se movió sin clase y midiendo.Palha / Rafaelillo, Leal, De ManuelToros de Palha, bien, aunque desigualmente presentados, serios y ofensivos por delante; la mayoría, cumplidores en varas; con movilidad, aunque juego desigual: destacaron 1º y 5º, encastados.
Rafaelillo: estocada desprendida y un descabello (silencio); estocada corta muy atravesada y dos descabellos (silencio).
Juan Leal: estocada trasera y desprendida (saludos con protestas); _aviso_ pinchazo y estocada caída (vuelta al ruedo tras petición de oreja).
Francisco de Manuel: media estocada _aviso_ y tres descabellos (silencio); estocada y tres descabellos (silencio).
Plaza de toros de Las Ventas. Domingo de Resurrección. Menos de un tercio de entrada (9.414 espectadores, según la empresa).

Domingo de Resurrección en Las Ventas: Dos toros de Palha y un valentón | Cultura
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